‘El afán sin límite’, de Hope Jahren

El afán sin límite

Hope Jahren

Traducción de Ana Pedrero Verge

Paidós

Barcelona, 2020

232 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Las malas horas entre conflictos nos deberían enseñar que uno sólo debe hablar de lo que sabe. Mientras tanto, es mejor quedarse escuchando, aunque debamos armarnos de paciencia, en ocasiones, esperando discernir una palabra nueva, un nuevo concepto, entre tanta morralla. Encontrar a alguien que hable y no escupa es un valor al alza, una joya que deberíamos cuidar, algo a lo que tendríamos que agarrarnos como a una tabla de náufrago o como al tarro de mermelada de la abuela. La científica Hope Jahren (Minnesota, 1959) cuenta, desde hace unos años, con nuestro mejor aval, por su sensatez, por su prudencia, por su contundencia y por su serenidad. No es que no sea vehemente, es que no lo aparenta. La vehemencia la deduciremos de sus intenciones y su aliento, no de la pesadez y la musculatura de lo que escribe. Que, en este caso, es un alegato divulgativo, bastante general y mucho más que creíble, sobre el cambio climático.

El libro habla, fundamentalmente, sobre cómo se generó el cambio climático. Cuenta la historia geofísica y biológica del planeta, y también la intervención del hombre que, atrapado en las políticas de mercado, ha podrido la naturaleza, parece determinado a exterminar la vida, tal y como la conocemos, en la Tierra. Dicho así, no da la sensación de que nos encontremos frente a una nueva voz. Pero Jahren ha decantado mucha información para nosotros, y la ha resumido de una forma en la que es imposible no entenderla. No entra en el debate con los negacionistas, sencillamente, expresa lo necesario: “Vayamos al grano: si algún día tu vida se desmorona y lo pierdes todo, ¿a qué lugar recurrirás y regresarás?”. Sin duda, al tarro de mermelada de la abuela. Porque Jahren va de lo particular, casi de lo privado, de sus asuntos, a lo mundial, a la humanidad, en un balanceo armonioso, sin alardes y sin fallecer: “Todas las necesidades y todo el sufrimiento del mundo -sí, todo– surgen de nuestra incapacidad de compartir, no de la incapacidad de la Tierra de producir”. Y ésta es una estupenda definición del neoliberalismo, que está matando al planeta.

El libro se divide en cinco apartados: en el primero se nos habla de las reglas de la vida humana y cómo se han modificado desde los primates y, sobre todo, en los últimos años. El segundo versa sobre la producción de alimentos, sobre las invenciones y la explotación del suelo y de la carne. En el tercero se utiliza la energía, mayormente la eléctrica, para comentar qué deterioro es excesivo y cuál es inevitable. A continuación, se nos habla sobre los famosos efectos del cambio climático -como la elevación del nivel del mar-, explicando a qué se deben y qué suponen. Por último, se exponen las vías de actuación mejores para ralentizar, al menos, este sendero hacia el deterioro. De este último apartado, y flotando a lo largo del libro desde la primera página, está una suerte de espíritu de voto civil: cada vez que decidimos no encender la televisión, cada vez que elegimos el tren en lugar del automóvil, cada vez que compramos verduras en vez de pescado, estamos emitiendo un voto. La confianza en la parte humana de la humanidad, valga la redundancia, da a la voz de Jahren una consistencia y un sosiego que agradeceremos. Con el lector ha compartido esa virtud de hablar sin escupir. Y así es como mejor se aprende de lo que vamos escuchando.

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