‘Casi de noche’, de Javier Vásconez

Casi de noche

Javier Vásconez

Pre-textos

Valencia, 2020

292 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Los cambios que se produjeron en la literatura a lo largo del siglo XX implicaron una modernización de los hábitos de los escritores. Aunque seguimos alimentándonos de las grandes novelas anteriores, de los mejores ensayos de Montaigne o la filosofía de los griegos, de los sonetos barrocos o el teatro de Shakespeare, la irrupción de Pessoa, Kafka o Borges, además del teatro del absurdo y el social, de los juegos verbales o la densidad de la prosa bajo fundamento, nos llevaron a territorios en los que se genera una literatura que cambia no sólo su futuro, sino hasta cómo interpretar el pasado. En el caso de este libro de cuentos de Javier Vásconez (Quito, 1946) el espíritu de Borges se hace presente por la sencilla razón de que buena parte de su creación se debe a la lectura. Borges creó literatura a partir de la literatura y Vásconez encuentra en esa veta un desarrollo que lleva, eso sí, con una naturalidad que no deja de sorprender y de agradar.

Centrándose en personajes siempre marginales, porque en la marginación es donde uno encuentra el centro de interés sobre el que relatar, Vásconez nos lleva a un mundo brumoso, en el que la incertidumbre es la dueña del tiempo. Los personajes flotan en su existencia, a merced de unas olas que van llegando lentamente, pero que no dejan de erosionar. De hecho, las estrategias narrativas se imponen tanto como para dejarnos con la impresión de que nos gustaría saber más de los personajes. Pero no se trata de una novela, aunque podríamos pensar que el estilo de Vásconez, fácil y sereno, que da unidad a los textos, nos invita a leer los relatos como si se tratara de hechos que suceden en un entorno común, narraciones que hacen frontera entre ellas aunque salte de país en país; porque el autor posee un mundo propio en el que la niebla y la fiebre crean una noche que no termina de ser oscura, pero se adentra en el aliento. Hay una suerte de invitación al sueño, a pensar que uno está soñando o que están soñando los personajes a los que conocemos en moteles, sótanos, puertos, burdeles o librerías. Son seres introvertidos que tienen dificultades para ir reconociendo el mal. Pero el mal existe y con unos formatos que ya habían explorado autores a los que va rindiendo homenaje. Uno de los protagonistas será Faulkner, que nos servirá para tratar sobre la ironía, y es fácil reconocer a Nabokov y la soledad de Nabokov. Pero la Praga intuida y polisémica nos acerca a Kafka, el mar que no sana el desamor a Modiano. También circula por el texto algún poeta maldito en un lugar maldito, como un café sin mar, o se nos representa la acción, que jamás se acelera, con un romanticismo algo gótico y algo costumbrista; se habla de la locura y se la diferencia de la nostalgia, aunque resulte inseparable del amor, y hasta se adentra en guiños al Apocalipsis. Todo esto en un libro que nos devuelve la serenidad que la lectura debería generarnos.

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