Arturo Pérez-Reverte y la novela negra

IRENE MUÑOZ SERRULLA.

Si estas tres obras no son novela negra, que venga alguien a explicármelo. Empiezas a leer Falcó y te das cuenta de que has entrado en la oscuridad más absoluta: la ambientación, la narración, el tono de la misma, la descripción de los personajes, la forma de situarnos ante la historia que comienza… sin paños calientes. Quizá estas tres novelas le han servido como una especie de calentamiento para Línea de fuego (en cuatro días está a la venta); en cualquier caso, los tres lances de Lorenzo Falcó son un buen entretenimiento sólo para leer o para leer y pensar de forma simultánea, según gustos y momentos. Con Eva y Sabotaje el nivel se mantiene y la ambientación es de quitarse el sombrero. Lo que me preocupa es haber pensado que Lorenzo Falcó podría haber sido un personaje de Los perros duros no bailan y seguir leyendo las historias con absoluta normalidad.

Llevaba mucho, quizá demasiado, tiempo sin leer a Pérez-Reverte, un poco por su culpa (por haber dejado colgado a Alatriste) y un poco por la mía (cabezona, que no he cedido hasta unos años después; he estado tres o cuatro años comprando sus libros y dejándolos en la estantería esperando su turno para ser leídos, haciéndoles ver cómo otros autores y sus personajes pasaban por delante de ellos… crueldad lectora…). Al final cedí a los susurros y sonrisas seductoras de Falcó y he leído sus andanzas y flirteos sin dejar que otros libros se interpusieran entre él y yo… Porque a la vez que es una novela sombría (por ambientación) está llena de escarceos carnales descritos con sobriedad, para dejar claro que el personaje es inmune a los sentimentalismos innecesarios. Todo es cuestión de hacer bien el trabajo encomendado, sin sufrir demasiados daños y con las necesidades y apetencias cubiertas y bien cubiertas.

Este tiempo de barbecho que me he dado con las creaciones literarias de Pérez-Reverte me ha traído una sorpresa grata. El estilo de su escritura ha cambiado, y no poco (o por lo menos así lo siento yo; supongo que tanto su escritura como esta lectora hemos cambiado, con el paso del tiempo, lo suficiente como para notarnos nuevos por lo diferentes que somos). Aunque leer sus libros siempre me suponía ese «un capítulo más y cierro el libro, que tengo cosas que hacer», esta vez ha sido mucho más intensa la necesidad de saber cómo solventaba cada situación para que Falcó llegara al siguiente capítulo con garantías de salir airoso y con éxito (y tenía que salir en Falcó y en Eva, porque existe Sabotaje).

En Sabotaje me quedo con la duda de qué ha pasado con Paquito Araña, un personaje maligno que se hace querer a golpe de navaja… pero esta ausencia me permite pensar en una cuarta entrega de Lorenzo Falcó (por descontado sin hacerme ilusiones, que ya nos vamos conociendo después de tantos años leyendo al señor Pérez-Reverte). A favor de esta tercera novela está el uso más numeroso de personajes con los que podemos jugar a intentar buscar su correspondencia en la vida real, el autor nos da suficientes pistas para provocarnos y caer en este juego. Bien por él.

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