En el mundo de las distopías: Reflexiones cuando un muerto viviente te come el cerebro

Portada del primer volumen de la colección The Walking Dead.
Portada del primer volumen de la colección The Walking Dead.

La muerte retoma su camino en la editorial ECC con una nueva colección relacionada con el sello Skybound. Por ello se hace necesario pensar sobre los entresijos de estos singulares caminantes.


En este siglo XXI que nos ha tocado vivir, las distopías están más de moda que nunca. Quizás por la aceleración de los tiempos que según el especialista en ciencias de la computación e inteligencia artificial Ray Kurzweil responde a la singularidad, que no deja de ser otra cosa que la ley del cambio acelerado.

Además, como los avances tecnológicos han ido muy en alza en relación con las hipercomunicación humana, parece que no hay noticia que no se sepa al momento, y claro, las noticias que venden son a veces las más parecidas a las películas de crímenes y desastres, las temáticas oscuras y de talante distópico. Con este humus, nuestro suelo es pródigo en distopías, es lógico.

Dejando a parte la realidad distópica que podemos estar viviendo, el arte y entretenimiento audiovisual nos ofrece varios ejemplos notables: Black Mirror, Years and Years, Devs, Westworld, Tales from the Loop, etc. Estas producciones van desde las más intimistas, a las más tecnológicas, de las más adolescentes a las más adultas complejas. También el cómic nos regala muestras de calidad al respecto, desde el mundo de organización distópica de régimen totalitario mostrado en Injustice a la violenta poética que muestra Suicidas, pasando por ese monumental tratado de cómo reconstruir una sociedad que es Los Muertos Vivientes. En esta última obra quiero centrarme, sobre todo en relación con su arquitectura distópica, que la tiene y es basal.

Para empezar, quisiera plantear aquí que la mayoría de las distopías que ahora consideramos como tales son las de raigambre tecnológica, pero que por supuesto este género va mucho más allá. Una distopía es un mundo posible “del revés”, por decirlo de manera simple, un mundo que puede llegar a ser y donde se ha ido todo al garete, pero eso lo decidimos nosotros desde nuestra propia visión, esto es, para el que quiere imponer ese tipo de orden, la distopía sería más bien una utopía o estado perfecto de las cosas (por eso late el sentido de no-lugar, el lugar perfecto siempre se desplaza “una casilla” por la naturaleza siempre perfectible de las cosas).

Por eso decía que es difícil no ver el aliento distópico en nuestro día a día en este siglo XXI, sin duda algo potenciado por el contexto pandémico que nos rodea. Pero a lo que voy, entre las distopías, también están las meramente apocalípticas. Generalmente se hibridan todos estos aspectos, véase por ejemplo la retrodistopía de El cuento de la criada donde hay más avances tecnológicos y a la vez menos, creando una tensión paradójica muy interesante.

En Los Muertos Vivientes el apocalipsis se manifiesta desde la viñeta una y se va cociendo a fuego lento durante muchos números hasta llegar a un final muy redondo. No entraré en detalles argumentales para no caer en spoilers innecesarios, pero quisiera dejar claro que Los Muertos Vivientes no es en mi opinión un cómic de zombis, o no simplemente, es algo más profundo, más vivo (valga la boutade), algo con más calado social.

Es una profunda distopía, es un tratado pormenorizado de qué hacer si todo “se va por la alcantarilla” (como dicen en inglés), es una exploración de qué queda de humano en el ser humano cuando no hay nada a lo que aferrarse porque las estructuras sociales que nos sustentan se han caído de manera brusca y violenta. Por ello, el viaje iniciático de Rick Grimes entronca con la mejor literatura, el héroe cambia el mundo y es cambiado a su vez. Rick crea su propia sociedad y ve cómo el resto de los seres humanos hacen lo mismo, alguno dejando de serlo en ese proceso.

Los Susurradores o Los Salvadores, son ejemplos de esto que digo, muestras de cómo cada grupo sobrevive como puede incluso con cierto matiz de voluntad al ver este nuevo inicio como una oportunidad para resetear la historia del mundo y la interacción humana con el mismo. Esto es un germen profundamente utópico porque nunca hubo utopía sin distopía. Las caras pueden ser distintas pero las dos dan valor a la moneda.

 

Por Francisco J. Francisco Carrera.

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