Entrevista a Daniel Bernabé

Ya estábamos al final de algo

Daniel Bernabé

Editorial Bruguera

 

La democracia se ve amenazada por demasiados enemigos y tiene muy pocos defensores

 

Por Francisco Javier Insa García

 

Es un escritor madrileño nacido en 1980. Se diplomó en Trabajo Social por la Universidad Complutense de Madrid, pero, antes de poner palabras sobre el papel en blanco, pensó que no parecía mala idea estar todo lo cerca que pudiera del oficio de narrar. Por eso acabó trabajando como librero.

Daniel Bernabé escribe un artículo semanal para el diario Público. También para la televisión internacional RT en su sección de opinión. De vez en cuando “Hora 25” le abre sus micrófonos en una de las tertulias políticas más escuchadas del país. El análisis político, la crónica social y el columnismo son las facetas en las que desarrolla la profesión periodística.

En su último libro, Ya estábamos al final de algo, realiza un análisis de la crisis social actual.

-Cita al comienzo del libro a Camus: «Cada generación, sin duda, se cree destinada a re­hacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea quizás sea aún más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga». Esta visión apocalíptica representa toda una declaración de intenciones. ¿Se está deshaciendo el mundo? ¿De quién es la responsabilidad de evitar que se extinga?

Puede que asumir que no vas a ser protagonista de una gran transformación a mejor suene pesimista, pero entiendo que es una forma de asumir el contexto histórico que nos ha tocado vivir a algunos: el fin de la juventud y el principio de la madurez marcadas por dos duras crisis. El mundo del Estado del bienestar empezó a ser destruido por el fanatismo neoliberal a principios de los ochenta, el neoliberalismo está en sus últimas etapas tras la Gran Recesión de 2008 y esta pandemia. En los interludios surgen siempre oportunidades, pero también grandes peligros, en nuestro caso el de una involución democrática. Esa es la tarea que tenemos al decir que debemos “impedir que el mundo se deshaga”, que la respuesta a estas crisis no sea nihilista, individualista y reaccionaria. ¿La responsabilidad? De todos.

-Divide su libro en tres partes: antes, durante y después.  En la primera, cita una serie de acontecimientos que, en su opinión, han contribuido a la situación que atravesamos actualmente y la que vendrá. ¿Cree que era posible prever esta pandemia?

En sus aspectos concretos no, en los generales se podía anticipar atendiendo a los informes de las agencias nacionales de seguridad y sanitarias nacionales de EEUU y de la UE. El balón estaba bailando en el aro, otras veces había caído fuera pero sabíamos que tarde o temprano caería dentro. Precisamente la pandemia de Gripe A de 2009-2010 marca un antes y un después porque, aunque se actúa como se debe actuar por parte de los Gobiernos, al no tener una mortalidad elevada, se les acusa de alarmistas y de despilfarradores en plena crisis. Es muy ilustrativo leer las columnas de opinón de la época mofándose de las previsiones de la OMS, que no eran más que una descripción afinada de lo que no sucedió entonces pero sí en 2020. Este miedo a pasarse de frenada contribuyó a la torpe y lenta actuación del pasado año.

– Al hilo de la pregunta anterior, señala que antes de esta pandemia, el mundo ya estaba inmerso en otras “crisis”, una serie de “monstruos en el armario”.  Cree que ellas son el origen o la consecuencia de la que estamos atravesando.

Nuestra sociedad sufría antes de 2020 una crisis ecológica que puede haber provocado esta pandemia. También una crisis identitaria que provoca que seamos incapaces de pensar en términos comunitarios, lo que se ha reflejado en un desconcierto del individualismo para afrontar algo que requería unos vínculos fuertes. Una crisis laboral y económica que no se acabó de sanear en la pasada década. Pero sobre todo una crisis de la democracia liberal, como cúspide, que es aprovechada por la ultraderecha. El coronavirus no puede ser la coartada para olvidar que ya estábamos al final de algo. La pandemia ha agravado todo, como un decorado que cae en plena función sorpresivamente dejando ver las bambalinas. Estando atentos podemos aprender mucho sobre cómo salir de esta época de indeterminación.

– A pesar del tema, aborda todas las cuestiones que trata con optimismo, involucrando al lector en el entendimiento de la situación actual y cómo poder revertirla positivamente. ¿Cómo cree que saldrá España de esta crisis?

Pues depende de cómo actúe la ciudadanía, si como meros espectadores caprichosos o como actores conscientes. El resultado de las elecciones madrileñas es desalentador, pero la situación es tan volátil que se puede revertir el proceso. España debería salir teniendo en cuenta que la cohesión territorial se logra con algo más que apelaciones a la bandera, reduciendo las diferencias entre comunidades. También con una reindustrialización en líneas verdes y digitales que evite que seamos una economía periférica de la UE centrada en servicios y turismo. ¿Valdrán los fondos europeos para algo más que para que especulen con ellos las cuatro familias de siempre?

– Parece que el coronavirus está siendo la excusa perfecta para mirar hacia otro lado, sobre otros problemas o retos que ya teníamos como país y como ciudadanos. ¿Está de acuerdo con esta idea?

Sí, como te decía el coronavirus se utiliza como tabula rasa, como coartada, como un punto y aparte que solo nos ha traído tediosas normas que coartan nuestra libertad. Y no, no es así. Que nuestro sistema sanitario estuviera hecho unos zorros a lo mejor tiene que ver con los brutales recortes de 2012, que nuestra economía haya sufrido con lo que te he dicho en la pregunta anterior, que el clima político se haya hecho irrespirable con la debilidad de un sistema democrático que ha tolerado el ascenso de la ultraderecha… A la vista está, pero depende ya de cada uno si quedarse en el lado del egoísmo pueril o decir que ya está bien: este libro nos da razones para lo segundo de una forma accesible para todos.

– ¿Con qué ojos pueden mirar nuestros jóvenes su futuro laboral?

La generación del 15M estaba indignada porque estuvo a punto de coger un tren que le habían prometido brillante y se le escapó. Esta no ha tenido nunca ni tren, ni billete ni nada. Pero para eso está la política, para exigir y llevar a cabo una democratización económica y un sistema productivo en el que todos podamos participar y todos recibamos una compensación justa. Dejarlo en manos del libre mercado es tirar una moneda al aire. Una moneda trucada para que ganen los que tienen un ventajoso puesto de salida.

– Hay un clima de positivismo sobre el hecho de que la crisis nos va a hacer mejores. ¿Qué considera que necesitamos para que así sea?

Fíjate que yo percibo lo contrario, un cinismo para negar que podemos hacer las cosas mejor. Lo cual no es más que encubrir el miedo ante el futuro mediante un inútil desencanto. Esto no va de “a ver qué pasa”, esto va de “qué vamos a hacer para que tal cosa pase”. Y para eso hay que votar cada cuatro años, pero también afiliarse a un sindicato, participar en las asociaciones vecinales. La sociedad la construimos entre todos. Si renunciamos, optando por comentar irónicos los resultados como si esto fuera una serie de moda, la sociedad la hacen unos pocos: los ricos. Y obviamente la moldean de acuerdo a sus intereses y necesidades, no a los de la mayoría.

– En la tercera parte analiza lo que viene tras esta crisis. ¿Estamos preparados? ¿Cómo debemos afrontarlo?

Los cambios ya se están sucediendo, de una manera tímida tanto en EEUU como en la UE, más en el primero que en el segundo. Cambios que van a apostar por el fin controlado de lo neoliberal, políticas expansivas donde el Estado va a tener un mayor papel. Todo no por un renovado impulso humanista, sino porque los norteamericanos saben que si no hacen algo los chinos se los comen por los pies. China ha demostrado que un Estado fuerte es condición necesaria para afrontar estas contingencias y organizar la vida social. En este nuevo escenario, repito, los equilibrios entre clases permanecerán inalterados a no ser que los trabajadores, la gente normal, actúe con conciencia de sí mismos y sus intereses. Humildemente, Ya estábamos al final de algo pretende dar las claves a cualquiera para que saque conclusiones acertadas.

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