Mar Regueras interpreta con éxito el doloroso final de Amparo Muñoz

Por Horacio Otheguy Riveira

El último baile de Miss U., pieza teatral escrita y dirigida por Ángel Caballero, consolida una acción compasiva en la que la tristeza propia de una pérdida dolorosa da lugar a una denuncia que trasciende los límites del personaje biografiado: «Miss U. tiene algo de muchas otras mujeres (algunas dolorosamente cercanas), que conocen, que han vivido la frustración y el miedo, la impotencia de saber que su voz no iba a ser escuchada, y menos, creída. Que esconden cajones llenos de secretos, de horrores interminables. De fantasmas que hablaban de amor y sólo querían minar, doblegar, destruir cualquier esperanza de levantarse, de alzar la mirada con orgullo. De tener un futuro, o, siquiera, un presente».

El proceso personal de quien la conoció en su última fase se convierte en un homenaje notablemente encarado como obra teatral, y en la que Mar Regueras supera lo imposible, ya que no imita a la actriz recordada, sino que la reconstruye. Por momentos hasta le llegan gestos de aquella, pero paso a paso, a lo largo de la función hay una reelaboración para ser el personaje real y a la vez nada menos que una mujer quebrada, reflejo de millones de mujeres…

Todo sucede a partir de un primer encuentro con alguien que llega a su casa para escribir sus memorias, sobre las cuales ya ha recibido un adelanto. Ella se resiste, furiosa…

[…] Ramón: Pero son sus memorias. Lo que quieren es que cuente en primera persona sus experiencias, sus vivencias… Yo solo le doy la forma literaria, pero es usted quien tiene que decirme cuáles eran sus angustias, anhelos, sueños… Cómo ha vivido su vida y… Cómo está, ahora que está… Bueno, retirada. Creo que es lo que su público, al que va dirigido este libro, quiere saber.

Anastasia: Está bien. Pues escribe que estoy divina, que me baño en champán y que me he retirado con un maharajá a algún castillo en el fin del mundo. Al maharajá ponlo también divino, ¿Eh? Nunca está de más dar un poco de envidia.

Ramón: Me temo que necesitaré algo más…

Anastasia: (Imitándolo) Algo más, algo más… ¿No eres escritor? Pues escribe eso y déjame en paz. Eres igual que los otros. Háblame de esto y de aquello, y ahora otra vez de eso otro.

Ramón: Pero… es su libro. Su vida… Querrá que quede bien…

Anastasia: Pon lo que sea, cobremos el cheque y a vivir. La vida son dos días. Hay que mirar al futuro. No podemos pasárnosla mirando al pasado.

Ramón: Pero nos pagan por ello.

Anastasia: Mira, guapo, no creo que seas el autor idóneo. Ya te lo he dicho, careces de la experiencia vital necesaria.

Ramón: Está bien… Pues mi trabajo será convencerla de lo contrario.

Anastasia: ¡Márchate! Y dile a la editorial que no me insulte mandándome… niños. […]

 

En el principio todo fue indignación, rabia acumulada, justa cólera que irá disolviéndose porque el intruso es un buen tipo, un escritor con la mejor voluntad. Y ella una mujer dolida, recuperándose de un ictus con una enfermera que la acompaña en su vivienda. Juntos, Ángel Caballero y Mar Regueras construyen un mapa de dolor y compasión, de amor y sensualidad con las fronteras de la edad resquebrajadas para dar paso a lo más voluptuoso de la existencia: la ternura que se reencuentra con el placer y la esperanza de construir un nuevo mundo.

Anastasia Moreno es el personaje del que se ocupa Mar Regueras, tras ambas, Amparo Muñoz, la bellísima Miss Universo, título al que renunció tras descubrir las sucias tramas del comercio internacional en torno a su cuerpo y personalidad. A partir de entonces los aplausos más encendidos se fundieron con dramáticos episodios sentimentales, y una carrera de actriz con muchos altibajos en el contexto, ciertamente espantoso, de los 80 de la amarga transición con un amarillismo permanente en los medios de comunicación. La hermosa actriz con un talento que pocas veces pudo demostrar cayó en el lodazal de las drogas y el alcohol hasta morir con 56 años, víctima de un tumor cerebral.

El autor Ángel Caballero es coprotagonista y director, ejerce de mago altruista, solidario frente al personaje que conoció de cerca. Amparo le pidió que escribiera una obra de teatro para el que sería su debut en un escenario. No fue posible. Pero aquí está el testimonio, en el décimo aniversario de su muerte, y lo hace como acto solidario, muy intimista, ballet interior entre él y Mar Regueras quien compone al personaje real con una delicadeza exquisita, dejando que vibre en el comienzo colérico para luego dejarse llevar por diversas emociones: el cuerpo malherido apoyado en un paraguas para no dar pena ni darse lástima a sí misma con un bastón; la búsqueda de ternura, la necesidad de confesar secretos y el gozoso instante de sentirse deseada por alguien mucho más joven… Durante todo el trayecto hay cúmulo de sorpresas bien estructuradas técnicamente. Sorpresas felices porque vemos evolucionar al personaje en el sube y baja de su quebrada situación social y emocional, víctima de la marginación y el desarraigo.

Sin duda, Ángel Caballero asume con acierto el papel de partenaire en un empeño muy complejo de unir compasión con puesta en escena, palabras hiladas con destellos autobiográficos e invención escénica. A su lado, Kensit Peris resuelve eficazmente, en pocas secuencias, la abominable presencia de la encarnación de la perversión editorial y periodística para vender la mayor ruindad posible. Fue un boom de aquellos años, y sigue siéndolo con más proyección televisiva.

[El último baile de Miss U., Rovima Producciones, espectáculo presenciado en la última función en el Teatro Pavón de Madrid, el sábado 26 de marzo de 2022. Pronto iniciará gira nacional] 

 

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