Sobre el amor

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Por: Walter Gonzalves


Afirma Hesíodo que en el principio, solo existía el Caos. Luego del Caos, surge la Tierra (Gea), el Tártaro en las profundidades de la tierra, y Eros (el amor), «el más bello de los inmortales dioses, que libra de peligros a todas las deidades y a todos los hombres, y triunfa con su inteligencia y sus prudentes decisiones».

El amor se nos muestra como energía germinativa de la vida y de las relaciones desde tiempo inmemoriales, muestra de ello es lo que hoy entendemos por mitología griega (¿llegará la época en la que se hable de las actuales creencias con dicha clasificación?) pero… ¿hay algo de esta afirmación en las creencias actuales?

Para dar respuesta a esta pregunta no podemos dejar de lado a aquellos textos considerados sagrados por sus creyentes como lo son: la Biblia, la Torá y el Corán. Estos textos marcaron -y marcan- el sendero y la forma de vida de muchas personas, son fuente de muchas instituciones actuales y de formas de organización es, por ejemplo, innegable la influencia de las religiones en la normativa vigente de esos países.

Realizaremos un vuelo rasante por algunas frases o conceptos que nos darán un atisbo de lo que se entiende por amor en algunas creencias vigentes:

Desde el CATOLICISMO podríamos mencionar a Aurelio Agustín de Hipona (también conocido como San Agustín) quien fuera un escritor, teólogo y filósofo cristiano. Este expreso: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos

Desde el ISLAM el término original árabe para ‘amor’ se deriva de la raíz hubb, lo cual significa gustar de algo, o amar. Hubb es un concepto general que puede ser aplicado a cosas sencillas, como la preferencia que se tiene por algún tipo de comida, lo cual en español puede ser traducido como “gusto”. O puede referirse a las cosas más importantes en la vida de uno, tales como el intenso deseo por una persona o un ideal, al punto de que inclusive uno puede estar listo para ser destruido por complacer al ser amado o por asegurar el ideal.

Hubb, en tales casos, puede ser traducido como ‘amor’. Hay otro término en la cultura islámica que algunas veces se usa en árabe y más comúnmente en persa para manifestar el amor intenso, ishq. También está la palabra wudd que significa principalmente amistad y afecto.

Sobre la necesidad de amor por la gente, vemos que el Corán alaba a aquellos miembros de la Casa del Profeta que ayunaron durante tres días y dieron cada día el escaso alimento que tenían para romper el ayuno, sucesivamente a un pobre, a un huérfano y a un prisionero:

“Que por amor a Dios alimentan al menesteroso, al huérfano y al cautivo, (diciendo): “Ciertamente, os alimentamos por amor a Dios; no os exigimos recompensa ni gratitud” (Corán, 76:8-9). 1

Respecto al JUDAÍSMO la primera y quizás más enigmática cosa que necesitamos entender sobre su visión del amor es que el judaísmo no trata al amor como un ideal, una convicción, un principio, un concepto hermoso o una pasión indómita. Es una obligación. Un deber. Una responsabilidad. Un requisito.

Esto es lo que dice la Torá:

No te vengarás y no guardarás rencor, amarás a tu prójimo como a ti mismo, yo soy Dios” (Levítico 19:18).

Para comenzar a entender esto de mejor manera, podríamos contrastar la definición de amor según el pueblo judío con la visión de amor que tiene la civilización occidental. El judaísmo define al amor como: el placer emocional que experimenta un ser humano cuando entiende y se enfoca en las virtudes de otro ser humano. Por lo tanto, la emoción de amar depende en un altísimo grado de cómo uno mire a la otra persona. Si elegimos enfocarnos en las virtudes de una persona, entonces la amaremos. Si elegimos enfocarnos en sus deficiencias, entonces nos desagradará.

Esto explica cómo es posible que la Torá nos obligue a amar a alguien. La forma en la que elegimos ver a otra persona está completamente bajo nuestro control. Para desarrollar el sentimiento de amor, la Torá nos obliga a enfocarnos en las virtudes de los demás. Consecuentemente los amaremos. Y cuanto más íntimamente conozcamos a alguien y sus virtudes, más profundo será nuestro amor.

Para el BUDISMO el amor es el deseo de ecuanimidad entre todos los seres. Se trata de un cariño totalmente desinteresado y una alegría genuina por el otro sin proyección de las propias necesidades egoístas. El amor según el budismo es absolutamente diferente al amor según la cultura occidental. En el primer contexto, se define como un sentimiento puro que se otorga a otro ser viviente de manera desinteresada, sintiendo además el bienestar absoluto en saber que no ha causado dolor o sufrimiento a nadie, sino que ha colaborado en generar alegría en el otro.

Se suele señalar que en Occidente el amor es un concepto ambivalente que requiere de la presencia de la otra persona, reciprocidad y pertenencia. Puede ser considerado ambivalente porque, si bien por una parte requiere de la satisfacción del deseo ajeno, la otra parte, no menos importante, se centra en el yo. Hablaríamos, por lo tanto, de un amor “más interesado”.

Precisamente, una de las características fundamentales que posee el amor según el budismo es la capacidad de sentir compasión por el otro. De este modo, todos los seres vivos tendrían que ser absolutamente respetados.

Además, en la concepción budista se establece que la intención del amor deberá ser la misma que la fe, la cual busca iluminar, lo que además permitiría la liberación del sufrimiento que rodea al amor occidental. Se trata de un genuino deseo de bien hacia el otro, compartiendo la energía y los recursos propios.

El amor según el budismo se caracteriza por la amabilidad y benevolencia, pero sin tener que apegarse a la persona, que en definitiva es lo que a posteriori causa sufrimiento. Para practicar el amor según el budismo, no es necesario aferrarse a nada, debido a que esta es una tarea imposible: nada permanece estático, todo cambia y se transforma.

El amor según el budismo supone que es inagotable, ya que la energía que ofrece pertenece al cosmos y no al individuo en sí mismo. Si el amor no posee las características mencionadas a priori, el budismo establece que se está ante una proyección egoísta de las propias necesidades. Alegrarse verdaderamente por el otro, sin ninguna clase de recelo, es otra de las características que definirían al amor verdadero. Por último, deberá ser equilibrado y medido, para que no logre convulsionar el alma y transformarse en dependencia.

Entender el amor verdadero hacia otro ser humano desde el punto de vista oriental quizás puede ser una tarea difícil para los occidentales debido a todo el bagaje cultural recibido y naturalizado.

Se podría resumir de manera sucinta que todas las creencias tienen en común que el Supremo Creador hizo su obra por amor, es decir, que en todas sus creaciones habita y las conforma este sentimiento y que todas estas creencias concuerdan en que el “amor” tiene un papel importante.

Luego de este escueto y breve paso por algunos de los grandes textos y de ver varios puntos en común y diferencias es necesario realizar la primera reflexión: la palabra amor es polisémica. ¿Qué quiere decir esto? Que el termino amor se suele utilizar indistintamente para muchas circunstancias disimiles, por ejemplo: se habla de amor en relación al sentimiento que se manifiesta hacia la pareja, hacia un Dios, el amor en relación a los hijos o padres y sin embargo usted, estimado lector, antes de terminar de leer esta oración sabe y comprende que no es el mismo “amor”. Sin embargo este texto desea alejarse de toda exposición y clasificación académica, aquí buscaremos transitar y vislumbrar este sentimiento que ha acompañado a la humanidad desde sus comienzos, buscaremos que el amor sea aquel hilo rojo de Ariadna que nos ayude a no extraviarnos en este laberinto.

Ya que mencionamos brevemente las creencias religiosas, podríamos mencionar un pintoresco libro de Mark Twain llamado “Diario de Adán y Eva” en este libro se recrea el mágico encuentro de la primera pareja humana sobre la Tierra. Para ellos todo es asombro y sorpresa, un encuentro desprovisto de palabras, teñido por la emoción del descubrimiento de todo lo existente. El Diario nos regala momentos de humor, ironía pero también profundo amor, como muestra de ello las poéticas palabras que recita Adán ante la tumba de Eva: «Allí donde estuviera ella, estaba el paraíso».

Un Adán expulsado, ya lejos del Éden, nos muestra que el amor es realmente el paraíso. Estas palabras nos recuerdan al querido maestro Dante Alighieri il Sommo Poeta “, quien en su inmortal “Divina Comedia” nos lleva a recorrer el infierno por su amada Beatriz, el amor no es otra cosa que el trasfondo de la historia que nos relata el maestro italiano, un “amour courtois“. Beatriz es el amor imposible, el amor que no es reciproco, que nutre el alma pero impide a Dante satisfacer el cuerpo, es lejano, una sombra, pero es amada de manera irrefutable, es decir, es un amor divino que le permite a Dante encontrar a Dios. Es ella quien lo impulsa a seguir a través del infierno, es ella quién le da la fortaleza cuando el se siente decaído.

Quisiera tomar el episodio más conocido del Infierno, el del canto quinto, el de Paolo y Francesca. Pero para servirme de este gran momento de la Divina Comedia transcribiré algunas palabras del gran escritor Jorge Luis Borges, mas precisamente de su ciclo de conferencias “Siete noches”, ya que sería una irreverencia de mi parte decir en otras palabras lo que él ha dicho con gran maestría. Recordemos, mi estimado lector, junto con Borges, el momento previo a en donde se encuentra Dante con Paolo y Francesca “Dante y Virgilio llegan al segundo círculo (si mal no recuerdo) y ahí ven el remolino de almas y sienten el hedor del pecado, el hedor del castigo. Hay circunstancias físicas desagradables. Por ejemplo Minos, que se enrosca la cola para significar a qué círculo tienen que bajar los condenados. Eso es deliberadamente feo porque se entiende que nada puede ser hermoso en el Infierno. Al llegar a ese círculo en el que están penando los lujuriosos, hay grandes nombres ilustres. Digo “grandes nombres” porque Dante, cuando empezó a escribir el canto, no había llegado aún a la perfección de su arte, al hecho de hacer que los personajes fueran algo más que sus nombres. Sin embargo esto le sirvió para describir al nobile castello.

Vemos a los grandes poetas de la Antigüedad. Entre ellos está Homero, espada en mano. Cambian palabras que no es honesto repetir. Está bien el silencio, porque todo condice con ese terrible pudor de quienes están condenados al Limbo, de quienes no verán nunca el rostro de Dios. Cuando llegamos al canto quinto, Dante ha llegado a su gran descubrimiento: la posibilidad de un diálogo entre las almas de los muertos y el Dante que los sentirá y juzgará a su modo. No, no los juzgará: él sabe que no es el Juez, que el Juez es el Otro, un tercer interlocutor, la Divinidad.

Pues bien: ahí están Homero, Platón, otros grandes hombres ilustres. Pero Dante ve a dos que él no conoce, menos ilustres, y que pertenecen al mundo contemporáneo: Paolo y Francesca. Sabe cómo han muerto ambos adúlteros, los llama y ellos acuden. Dante nos dice: “Quali colombe dal disio chiamate”. Estamos ante dos reprobos y Dante los compara con dos palomas llamadas por el deseo, porque la sensualidad tiene que estar también en lo esencial de la escena. Se acercan a él y Francesca, que es la única que habla (Paolo no puede hacerlo), le agradece que los haya llamado y le dice estas palabras patéticas: “Se fosse amico il re de l’universo / noi pregheremmo lui de la tua pace”, “si fuese amigo el Rey del universo (dice Rey del universo porque no puede decir Dios, ese nombre está vedado en el Infierno y en el Purgatorio), le rogaríamos por tu paz”, ya que tú te apiadas de nuestros males.

Francesca cuenta su historia y la cuenta dos veces. La primera la cuenta de un modo reservado, pero insiste en que ella sigue estando enamorada de Paolo. El arrepentimiento está vedado en el Infierno; ella sabe que ha pecado y sigue fiel a su pecado, lo que le da una grandeza heroica. Sería terrible que se arrepintiera, que se quejara de lo ocurrido. Francesca sabe que el castigo es justo, lo acepta y sigue amando a Paolo.

Dante tiene una curiosidad. “Amor condusse noi ad una morte”: Paolo y Francesca han sido asesinados juntos. A Dante no le interesa el adulterio, no le interesa el modo como fueron descubiertos ni ajusticiados: le interesa algo más íntimo, y es saber cómo supieron que estaban enamorados, cómo se enamoraron, cómo llegó el tiempo de los dulces suspiros. Hace la pregunta.

Dante quiere saber, y quiere que le cuente cómo ocurrió. Ella le refiere que leían un día, para deleitarse, sobre Lancelote y cómo lo aquejaba el amor. Estaban solos y no sospechaban nada. ¿Qué es lo que no sospechaban? No sospechaban que estaban enamorados. Y estaban leyendo una historia de La matiere de Bretagne, uno de esos libros que imaginaron los britanos en Francia después de la invasión sajona. Esos libros que alimentaron la locura de Alonso Quijano y que revelaron su amor culpable a Paolo y Francesca. Pues bien: Francesca declara que a veces se ruborizaban, pero que hubo un momento, “guando leggemmo il disiato riso”, “cuando leímos la deseada sonrisa”, en que fue besada por tal amante; éste que no se separará nunca de mí, la boca me besó, “tutto tremante”.

Hay algo que no dice Dante, que se siente a lo largo de todo el episodio y que quizá le da su virtud. Con infinita piedad, Dante nos refiere el destino de los dos amantes y sentimos que él envidia ese destino. Paolo y Francesca están en el Infierno, él se salvará, pero ellos se han querido y él no ha logrado el amor de la mujer que ama, de Beatriz. En esto hay una jactancia también, y Dante tiene que sentirlo como algo terrible, porque él ya está ausente de ella. En cambio, esos dos réprobos están juntos, no pueden hablarse, giran en el negro remolino sin ninguna esperanza, ni siquiera nos dice Dante la esperanza de que los sufrimientos cesen, pero están juntos. Cuando ella habla, usa el nosotros: habla por los dos, otra forma de estar juntos. Están juntos para la eternidad, comparten el Infierno y eso para Dante tiene que haber sido una suerte de Paraíso.”

Twain nos lo dice en una oración, a Dante le bastan unos cuantos versos: Alejados del Éden, incluso en el mas penoso tormento del infierno, el amor esta presente y es el amor el mas puro e intimo paraíso.

El amor es la fuente principal para realizar los mas diversos cócteles: recordemos a esos jóvenes en “Romeo y Julieta”, obra de William Shakespeare, que nos dan cuenta de un amor trágico, un amor cruzado por la discordia de dos familias:

Dos familias iguales en nobleza

en Verona, lugar de estos amores,

derraman, por recíprocos rencores,

sangre inocente con brutal fiereza.

A sus hijos fatal naturaleza

hizo esclavos de acerbos sinsabores;

y término al furor de sus mayores

fue su muerte y su amor y su tristeza.

El fin cruel de su amoroso trance

y aquel odio de raza hereditario,

que sólo acaba con tan fiero lance,

dos horas va a ocupar el escenario.

Oíd con atención la triste trama,

y supliremos lo que falte al drama

Podríamos servirnos, en este modesto recorrido, del cine; de películas como “A los que aman” de Isabel Coixet que nos regalase estas inolvidables palabras:

Dicen que a través de las palabras, el dolor se hace más tangible, que podemos mirarlo como a una criatura oscura, tanto más ajena a nosotros, cuanto más cerca la sentimos.

Pero yo siempre he creído que el dolor que no encuentra palabras para ser expresado es el más cruel, el más hondo, el más injusto.

Pasé mi vida amando a una mujer que amaba a otro, que no la amaba a ella, sino a otra mujer, de la que nunca supo si le correspondía.

Era un tiempo en el que todavía podía mirar al futuro con más esperanza que miedo.

Pero ¿Y que hay de aquellos que llegan a temer al amor?, acaso no están presentes las palabras de “El Amenazado” de Borges:

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.

La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.

¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,

la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas,

la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes,

los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.

Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se

levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.

Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.

Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.

Ya los ejércitos me cercan, las hordas.

(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)

El nombre de una mujer me delata.

Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Parece que esa frase nos habitara por siempre “Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.”, podíamos decir concatenando arbitrariamente la reflexión con otro de sus textos, Borges aquí acentua el tiempo, pero sobre este dice “El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.”, mi ser, mi esencia es parafraseando al autor – tiempo.

Es quizás guiados por una melodía de Jazz que nos encontramos con un amigo mas, Cortazar nos obsequia en pocas lineas una cruenta y carnal epifanía respecto a nuestro ser / no ser: 

Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son” Amor77

El amor: su encuentro o su rechazo, ser correspondido o ser el rechazado, sus reglas o su incondicionalidad, su verdades y sus falsificadores. El amor no como camino, no como destino, no como fuente, sino como un todo que nos conforma, habita y supera; aquello que esta en todo y esta en nosotros. Parafraseando a Jenófanes de Colofón, Parménides y Alain de Lille: el amor como una esfera eterna, cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna; cuya fuerza es constante desde el centro en cualquier dirección.

¡Hasta el próximo fin de semana!


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Fuentes utilizadas en la nota:

  1. Las referencias al Sagrado Corán corresponden a la edición comentada de Raúl González Bórnez, editado por el Centro de traducciones del Sagrado Corán; Qom; Irán; año 2008.
  2. Ciclo de conferencia “Siete Noches” J.L. Borges

  3. Un Tal Lucas” J. Cortázar

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