Al habla con el escritor Enrique Vaqué

HÉCTOR PEÑA.

Enrique Vaqué (Melilla, 1960) es doctor en Ciencias Químicas y MBA en Administración de Empresas. Su larga trayectoria como ejecutivo en la industria químico-farmacéutica le ha llevado viajar por todo el mundo. Desde los altos edificios de las grandes empresas multinacionales a las chozas de las aldeas de África ecuatorial, su recorrido le ha permitido observar los mecanismos del poder que unos hombres ejercen sobre otros.

Sus dos anteriores novelas, Los colmillos del trópico y Los señores del fin del mundo, cosecharon buenas críticas y sirvieron para generar un estilo particular que aúna la amenidad con el deseo de transmitir una visión certera de la realidad social. Ha recibido, entre otros, el Premi Nou d’Octubre a la Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Alboraya, el Premio Pedro Estopiñán de poesía y el  Premio a la Trayectoria Profesional de la Asociación Nacional de Químicos de España.

HÉCTOR PEÑA.- Buenos días, Enrique. Por encima de estas líneas se encuentra una breve descripción de tu trayectoria literaria, tanto hablando de otras obras como de premios. A pesar de haberte descubierto por La tarántula roja, mi cerebro ya hizo sus conexiones relacionándote con Los señores del fin del mundo. Es por eso que antes de hablar del ahora me gustaría que, con tus propias palabras, dijeses a los lectores: ¿Quién es Enrique Vaqué?

ENRIQUE VAQUÉ.- Gracias, Héctor. Ante todo, soy una persona  fascinada por la vida como fenómeno. Ya decía Ortega y Gasset que la vida es la realidad radical, esto es que todas las demás manifestaciones tienen su raíz en ella. Esa fascinación me llevó a estudiar Ciencias Químicas,  pero pronto vi que no era persona de encerrarse en un laboratorio, ni mucho menos de dar clases. Mi posición ante el cosmos que nos rodea es – a mi modesto nivel- la del Goethe de El Viaje a Italia: ahora se fija en una formación geológica;  luego,  en la botánica propia de la  comarca que está atravesando;  más tarde, en la belleza de unas ruinas;  después, en el atuendo de unos lugareños… Es la ilusión infantil de ver cada día nuevas cosas. Por eso me gusta tanto viajar

HÉCTOR PEÑA.- Ligada a mi pregunta anterior (pero para facilitar la lectura de la entrevista a los lectores), ¿cómo ha sido el recorrido de tu trayectoria literaria? ¿Qué te motivó a escribir tu primera obra, y como fue creciendo el escritor que llevas dentro?

ENRIQUE VAQUÉ.- Siempre he estado escribiendo más o menos pero también, siempre, había algo más urgente que hacer. La carrera, el master, la tesis… Cuando mis hijas eran adolescentes y ya no requerían de tantos cuidados empecé a escribir en serio. Primero estuve tres años en una escuela de escritura creativa llamada Fuentetaja, que me vino muy bien para retomar los fundamentos. Luego, basándome en mis experiencias en África escribí la primera novela Los colmillos del trópico, que era básicamente un tecno-thriller, pero que proponía una visión nada amable de la naturaleza humana. Esa combinación de  relato y reflexión es propia de todas mis novelas.

HÉCTOR PEÑA.- En La tarántula roja, obra que gustosamente he leído, se relata un conocimiento pormenorizado de la Norteamérica previa a la crisis de 2008, concretamente a su sector comercial/financiero. ¿En qué te basaste para ello? ¿En datos empíricos, o en experiencias personales?

ENRIQUE VAQUÉ.- Me basé sobre todo en lecturas y documentales; en especial, en un libro escrito por un joven que había sido vendedor en una empresa llamada ACCES  que se dedicaba a comercializar los fondos de inversión de Bernard Madoff y que entró en quiebra cuando se destapó la estafa. Uno de los socios fundadores de ACCES, Thierry de la Villehuchet,  se suicidó en su despacho de la avenida Madison de Manhattan. Yo estuve en esa mismo edificio, para ambientarme, como  en casi todos los otros  escenarios de la novela. En aquella época mi trabajo me obligaba a ir a Nueva York con frecuencia.

HÉCTOR PEÑA.- Dentro de poco (o quizá hace poco, depende cuando se publique y lea este escrito) presentarás en Madrid acompañado de Ernesto Castañeda, presidente de la Asociación Nacional de Químicos de España. Siempre se ha relacionado (erróneamente, ahí tenemos a autores como Robin Cook) la escritura con las carreras de ciencias. ¿Cuál fue la reacción que causó entre tus congéneres descubrir que eras escritor?

ENRIQUE VAQUÉ.- Una mezcla de sorpresa y de consideración especial. No es una combinación  frecuente aunque tampoco faltan casos. Por ejemplo, el de Primo Levi, uno de los escritores italianos más importante del siglo XX y químico de una empresa de plásticos de Turín. Después de haber pasado por Mauthausen por ser judío y habiendo trabajado haciendo análisis en el laboratorio de aquel campo de concentración. La profesión le salvo la vida. 

HÉCTOR PEÑA.- Afinando el tiro hacia La tarántula roja, objeto de esta conversión, los lectores ya saben que se encontrarán con la cara bonita de la Gran Manzana a raíz de una de las preguntas anteriores. ¿Qué podemos contarles de los bajos fondos, de esa Cara B que el ciudadano de a pie tiende a negar, pero también existe?

ENRIQUE VAQUÉ.- El joven que protagoniza mi novela se mueve en un mundo de privilegiados, él mismo lo es;  pero Blanca, hija de una familia modesta que llega a Nueva York al mismo tiempo ve la otra cara de la ciudad.  Ya se sabe que aquella es una ciudad de grandes contrastes. Con una separación de unos pocos kilómetros conviven gentes que no se podrían gastar el dinero que tienen por mucho que derrochasen y gente que pasa hambre y malvive de los cheques de comida. Blanca acaba metiéndose en el mundo del narcotráfico porque quiere encontrar a su hermana y está dispuesta a  todo para conseguirlo.  Pero no es una ciudad fácil para ninguno de los dos. Por eso  se hacen amantes.

HÉCTOR PEÑA.- Una de las cosas que más me gustó de La tarántula roja es que huye de los convencionalismos. Tanto el estilo con el cual plasmas la obra como las construcciones literarias refuerzan las dos caras de la ciudad y de la vida. Aunque se vende dentro de una colección de novela negra, personalmente he creído que se trataba de narrativa social tanto por los temas tratados como por la estructura. Son dos géneros estrechamente vinculados (a pesar de que a raíz del auge de la novela negra, parecen haberle salido muchas novias). ¿Qué opinas tú de esto?

ENRIQUE VAQUÉ.- En realidad, lo que a mí me interesa es revitalizar – a mi modesto nivel- el paradigma del naturalismo literario, el de Zola, Maupassant y Blasco Ibáñez. La forma moderna que he adoptado para ello es la del thriller.   El naturalismo responde a una visión que se quiere científica del mundo y del hombre, lo que es acorde con mi profesión. Este paradigma se centra mucho en el conflicto, como base de la lucha por la existencia, que es común al hombre y a los animales (aunque en ambos reinos se da el parasitismo) de ahí que el conflicto social aparezca en la novela. Es decir, admite diversas lecturas. 

HÉCTOR PEÑA.- Vamos a por una rápida. ¿Qué diferente a esta novela de las dos anteriores?

ENRIQUE VAQUÉ.- En primer lugar, la técnica, muy cinematográfica, muy visual. Luego, la forma de los subcapítulos; cortos,  de unas quinientas palabras cada uno. En tercer lugar, la voz narrativa: en esta novela se cuenta la historia desde los puntos de vista de tres  personajes  (Pablo, Blanca y la Doña), alternándolos. Esto exige un cierto esfuerzo al lector que se tiene que adaptar a diferentes ópticas  pero, una vez se habitúa, tiene la ventaja de que se vive mucho más cada peripecia, pues se identifica con el personaje mucho más. 

HÉCTOR PEÑA.- Para que los lectores lo sepan, somos amigos en Facebook. Con este antecedente diré que hace poco leí un post tuyo donde expresabas las dificultades de los autores menos conocidos de cara a triunfar. A pesar de haber tenido una firma muy exitosa, eras consciente de que era una estrella titilante que, al poco de brillar, veía extinta su luz.Como autor, comparto estas dificultades: las herramientas de marketing son muy limitadas y eso dificulta enormemente llegar al lector. ¿Cómo crees que podría invertirse este fenómeno (si existe alguna opción) y hacer que cambien las tornas?

ENRIQUE VAQUÉ.-  El número de  herramientas de márketing digital disponibles  crece cada día. Hay que estar al tanto. Yo dejo la promoción de mi novela a mi  editorial,  pero me coordino con ella para hacer muchas acciones de “guerilla marketing”. No soy un experto en el mundo editorial pero me parece percibir que las grandes firmas están ejerciendo un oligopolio forzado mediante el control del punto de venta.

La mayoría de los espacios en las grandes cadenas de librerías están alquilados por ellos;  además, encuadernan con tapas duras para que sus obras parezcan mejores  que las otras, de la misma manera que las manzanas enceradas parecen mejores que  las que no tienen cera aunque todas sean iguales. Pero es una situación muy forzada; algo inexplicable,  porque luego la calidad de los relatos que ofrecen es muy mediana (no solo la literaria sino también la estructura de los relatos, su capacidad de enganchar) y tampoco  parece que haya especial  cuidado a la hora de corregir los textos… Ese sistema no es sostenible. El lector no es idiota, si  deja una novela premiada a mitad quizá no se atreva a decir que es un bodrio, pero ya no vuelve a comprar ninguna obra más de ese autor.  El escritor poco conocido debe persistir para darse a conocer, promoviendo sin descanso. 

HÉCTOR PEÑA.- Retomando La tarántula roja, una de las preguntas que los lectores se habrán hecho mientras tirábamos del hilo era acerca del título. Es evidente su valor simbólico, algo que refuerza la propia trama. ¿Por qué ese título, y no otro?

ENRIQUE VAQUÉ.- Creo que sintetiza muy bien lo que quiere expresar la novela, la inquietud que quiere generar en el lector. Primero se iba a llamar El Vals de los Soñadores, expresando la trayectoria de los  protagonistas,  pero me dijo el editor que eso no era título propio de  un thriller y tenia  razón.

HÉCTOR PEÑA.- Siempre que finalizo una entrevista me gusta descascarillar la escopeta. Hemos hablado de la novela sin destapar nada, de ti como autor, del momento presente. ¿Qué hay del futuro? ¿Cuáles serán tus próximos pasos?

ENRIQUE VAQUÉ.- Estoy pensando en continuar con el mismo protagonista y relacionarlo con la caída del Banco de Valencia, que fue un robo en toda regla, privado y público. Si la clase media se está empobreciendo no es por azar. Pero pretendo darle a la peripecia una derivada internacional, que haga al protagonista recorrer varios países;  poniendo de manifiesto la situación de lucha por la existencia que atraviesa el propio capitalismo, que se da en todos los ámbitos. 

HÉCTOR PEÑA.- Muchas gracias, Enrique, por su tiempo. Ha sido un placer compartir tiempo de lectura contigo y conocerle algo mejor. Quiero acompañar la despedida con una última pregunta: ¿Qué le diría al lector errático que topa con su libro en una librería, si su voz pudiese alcanzar su oído como si de un fantasma se tratase? ¿Lo persuadiría? ¿Sería una advertencia?

ENRIQUE VAQUÉ.- La Tarántula Roja está concebida para enganchar al lector desde la primera página y según me  dicen, lo consigue. Ya va por su segunda edición. La moraleja del relato se obtiene como una impresión tras la lectura del mismo, no lo interrumpe. No hay prédicas, hay emoción y adrenalina. Más información en mi web (www.enriquevaque.com).  Os agradezco mucho que me hayáis hecho una entrevista.

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