«UZ: el pueblo», tronchante comedia negra, a vueltas con la cólera de Dios

Horacio Otheguy Riveira.

Un punto de partida costumbrista que se va descomponiendo a medida que un designio de febril sometimiento provoca insólito cortocircuito. A partir de la voz de Dios en la cocina-comedor de un hogar de católicos, donde había paz y armonía estalla un designio de corte bíblico que provoca un cambio radical. Nadie será ya como parece, y sobre todo, el alma de la fiesta pueblerina se pone a un lado para que circulen las más bajas pasiones y también las más altas: las de un fanatismo que lo arrolla todo y sirve al autor como metáfora caliente de tormentos sociopolíticos de hoy en día.

Como en el mejor policiaco: se ruega no contar el final.

Uz: el pueblo, del uruguayo Gabriel Calderón (Ana contra la muerte) huye de los estereotipos de la intriga al uso, si bien bebe de todas las fuentes para desempolvar las más ocultas pasiones de un pueblo de cualquier parte, donde los personajes se llaman Leona, Dorotea Dorothy, Grace, Tomás Tommy, Jack, Fiona, Catherine… o Padre Maykol, un cura bonachón que no juega a la pelota con los chicos del barrio como en las películas en blanco y negro, sino que podría enmendarle la plana al más perverso.

De todo hay en la Viña del Señor, y a medida que se desenvuelven variopintos horrores las carcajadas crecen. Risas de un público que se lo pasa bomba sin abandonar una perplejidad con ristras de ajo y asombros varios, resueltos sabiamente por la dirección de Natalia Menéndez que esgrime todos los ingredientes de un  vodevil en formas, ritmo y contenido, pues todo el mundo tiene algo que esconder, menos Grace la encantadora madre de familia que Dios prefiere entre todas para proponerle un plan sumamente audaz, terrible, y ella que acata, obedece; en este papel tan difícil, por sus muchas aristas y cambios de tono, Nuria Mencía sorprende con un abanico de registros admirables. Es la reina de la casa, dulcísima mami que en un pispás se convierte en la más temible.

A su lado, un maridito siempre bien caldeado para darle un buen revolcón, Pepe Viyuela al borde del colapso permanente, capaz de las mayores locuras para agasajar a su díscola esposa. Entrambos, José Luis Alcobendas, Padre Maykol, todo bondad y cretinismo, arquetipo de cura de pueblo que se descompone en un alter ego que nadie sospechaba. Trío de grandes para una caravana a punto de desbarrancarse pero que en realidad crece con briosos matices: expresiones corporales muy trabajadas en todos los intérpretes, tonalidad vocal armoniosa como si se tratara de un concierto a capella, y todo el reparto al servicio de la caricatura formidable de personajes muy sugerentes que trascienden la epidermis de un gran sainete rioplatense con el que España bien puede identificarse mientras se ríe de los otros y de sí misma.

Un frenético disloque que exige precisión en la labor individual y de equipo. Así, todos tienen una participación notable y ajustada en tiempos hasta el impactante final: el hijo adolescente —tal un personaje muy rico en contrastes por un jovencísimo actor con mucho talento— (Julio Bohigas-Couto); su hermana «retrasadita» —en un difícil devenir en silencio o entre sonidos— (Veki Velilla), el carnicero y su hija, ambos en la gloria de la inocencia más vilmente atropellada (Javier Losán y Ángela Chica), y desde luego, no faltan las hermanas solteronas de tantas piezas costumbristas, aquí beatas desbocadas en su imperiosa necesidad de amores carnales, a cargo de unas comediantes asombrosas (Trinidad Iglesias y Ruth Núñez).

Entre muchos alicientes,  la música original de Mariano Marín aporta una atmósfera cinematográfica que empieza con aire de western y progresa en una muy atractiva gama de melodías que acompañan la trama en buen contrapunto con ráfagas de inquietante intriga.

En definitiva, una obra maestra en texto y puesta en escena, que hace muy buena pareja con la gran Coronada y el toro en la otra sala. Ambas con el común denominador de burlar el autoritarismo religioso, que va del catolicismo a ultranza —tan bien conocido entre nosotros— a la universalidad de un Dios a ritmo de fusta, necesitado de violencia para que impere su ley…

 

Texto: Gabriel Calderón

Adaptación y dirección: Natalia Menéndez

Con José Luis Alcobendas, Julio Bohigas-Couto, Ángela Chica, Trinidad Iglesias, Javier Losán, Nuria Mencía, Ruth Núñez, Veki Velilla, Pepe Viyuela y Rocío Calvo (cover personaje de Leona)

Diseño de iluminación: Juan Gómez-Cornejo (AAI)

Diseño de escenografía: Mónica Boromello

Diseño de vestuario: Antonio Belart

Diseño de espacio sonoro y composición música original: Mariano Marín

Movimiento escénico: Mey-Ling Bisogno

Caracterización: Chema Noci

Ayudante de dirección: Pilar Valenciano

Residente de ayudantía de dirección: Mariana Kmaid Levy y Paul Alcaide

Una producción de Teatro Español La Villarroel

Matadero-Naves del Español hasta el 7 de mayo 2023

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