«Sfogato»: homenaje a María Callas con Mabel del Pozo y Eva Marco

11 mayo, 202311 mayo, 2023 horacio 861 Views 0 comentarios Alberto Frías, Anabel Maurín, Eva Marco, Mabel del Pozo, Pedro Víllora, Sfogato, Teatro Alcázar

Horacio Otheguy Riveira.

Sfogato: un término italiano para describir el máximo grado de soprano, los máximos recursos de voz para quien tiene ese registro. Ya apenas se utiliza, pero el autor de esta pieza, Pedro Víllora, visiblemente emocionado ante la página en blanco —y mucho después en la butaca (junto a quien esto suscribe)— ha preferido llegar a esa altura para lanzarse a la posibilidad de crear una obra de teatro en la que “María se encuentra con Callas”. La escribió para “María”, la actriz Mabel del Pozo, y de “Callas” se ocupa la soprano y mezzo, Eva Marco. No es un duelo de grandes intérpretes, sino remembranza y encuentro sublime cuando resulta imprescindible en una escena clave.

Arias históricas (de Carmen, Tosca, Norma…) acompasan las escenas en que la mujer despliega ideas y sentimientos junto a su ama de llaves, la ya también histórica Bruna, asistente para todo durante veinte años. El texto escrito para la ocasión cuenta con una documentación ampliamente difundida, representada ahora en diálogos para la concurrencia; un hecho que el director Alberto Frías aprovecha para que en todo momento Mabel del Pozo/María se dirija al público. El efecto funciona, ya que la mujer que se lamenta de su suerte final, de su desolación y pérdida de calidad vocal, también se muestra como una vitalista que se resiste a morir, aunque en la realidad se echa a dormir y ya no despierta en su piso de París.

Dentro de unos grandes baúles, simbólicos objetos que representan los gloriosos días en que Callas recorría mundo, en escena o detrás, junto a una gran pianista (Natasha Belenova), Eva Marco se ocupa de ser la Callas. Con mucha osadía, buena voz y talento actoral (también se la puede aplaudir en La Bohème, de Puccini, en el Pavón) consigue crear la atmósfera lírica que, finalmente, hará poner de pie a los espectadores en el aplauso final.

Si el texto es demasiado discursivo, porque no desarrolla interesantes situaciones dramáticas, el esfuerzo de los intérpretes colma de satisfacción a quienes se acercan al teatro para encontrarse con La Divina, una prodigiosa artista que en las distancias cortas abandonaba todo divismo y se prestaba a tratar de ser simplemente María, un imposible que ya nadie recuerda, demasiadas leyendas entretejidas a su alrededor y ninguna tumba donde declararle amor eterno. Pero ahí están sus discos y escasos vídeos y, cada tanto, obras de teatro para continuar adorándola, entre asombro y asombro.