Teatro para leer: “Libro de Antígona”, texto teatral y ensayo feraz en torno a María Zambrano

Horacio Otheguy Riveira.

María Zambrano (Vélez-Málaga, 1904-Madrid, 1991): una existencia intensa con una teatralidad intrínseca, si entendemos el teatro como la visión cercana de la vida de otros para comprender mejor la nuestra; la vida de los otros en nuestra esencia. La tumba de Antígona fue su única obra de teatro, si bien escribió mucho sobre personajes de textos dramáticos, distribuidos por diversas obras como fantasmas que circulan, tan campantes, como, por ejemplo, Ofelia y Segismundo, hijos dilectos de Shakespeare o Calderón.

Pensar y sentir: unión de verbos a menudo enfrentados, que a lo largo de 45 años de exilio entre 38 destinos (París, Roma, La Habana, Ciudad de México…) hicieron piña en el palpitante corazón de un ser excepcional, apostando por la esperanza, incluso en sus peores momentos. La esperanza con su baño de tragedia y alegría, ya que la mayor fortaleza nunca puede llegar sin su opuesto, el mal como obstáculo para seguir adelante: es el horror lo que le da contorno y colorido…

Se trata de una preciosa edición de Nieves Rodríguez Rodríguez y Ángela Monleón en la que ya desde el comienzo se abre luminoso camino. A la izquierda, en el interior de la portada, un montaje con copia de textos originales y fotos con Zambrano en primer plano.
En el interior de la contraportada, otro montaje, en el que destaca Araceli, la tan querida hermana de María, colaboradora e inspiradora de los vaivenes político existenciales recorridos por la escritora.

Estas composiciones aportan una vitalidad que, página a página, el valioso libro atesora, pues todo el modo de encarar la edición conlleva la viva presencia de la literatura, el teatro y la filosofía como asistentes a una reunión permanente con María Zambrano, nuestra contemporánea, aquella tan grata señora que nos acompañó en la distancia y en la cercanía de sus últimas temporadas en Madrid.

En el Primer Acto 362 de 2022, ya hay un excelente trabajo (enlace al final de este artículo) en torno a Zambrano y su Tumba de Antígona, de manera que con este nuevo aporte el ciclo se cierra para darnos una medida gozosamente imprecisa (como a María le hubiera gustado decir) pero suficiente para entrar en algunas de las muchas vertientes de su labor.

Fotografías del estreno en Mérida, 2022, de La tumba de Antígona, versión de Nieves Rodríguez Rodríguez dirigida por Cristina D. Silveira.

El fecundo material del libro está elaborado con gran estilo y capacidad de síntesis por sus editoras, ya que en tan solo 173 páginas se ofrece un recorrido por vida y obra de María Zambrano, como si la acompañáramos en uno de sus encuentros, propio de una fascinante conversadora.

París, 1945. La hermana que se sacrificaba, por Nieves Rodríguez Rodríguez.

La Habana, 1947-1948. Antígona, figura de la piedad, por Mercedes Gómez-Blesa.

La Habana-Roma, 1949-1950. La Antígona de María Zambrano en su génesis sacrificial: de La Habana a Europa, por Borja López Arranz y Jesús Moreno Sanz.

Roma, 1953-1960. Antígona, arquetipo de la vocación de la mujer, por Marifé Santiago Bolaños.

Roma-La Pièce, 1958-1966. Delirio, esperanza, razón, por Nieves Rodríguez Rodríguez.

La Pièce, 1967. Antígona, 1967, por María Luisa Maillard García.

Grecia, 1972. Antígona, la hermana que renace, por Nieves Rodríguez Rodríguez.

LA TUMBA DE ANTÍGONA

Prólogo. La voz a ti debida, por Itziar Pascual

«… El diálogo entre Antígona y María Zambrano era una interpelación impostergable. La propia María encontró en su vida, en la experiencia de su hermana Araceli, en las huellas del horror y la violencia, la interpelación expresa de la joven tebana. ¿Cómo no comprender a Antígona cuando el exilio es la experiencia misma que te constituye? ¿Cómo no entender la huella de la herida cuando está en la raíz del ser?»

Versión completa de La tumba de Antígona, por Nieves Rodríguez Rodríguez y Cristina D. Silveira

«… estoy aquí sola con toda la vida. Pero no te llamaré, muerte, no te llamaré. Seguiré sola con toda la vida, como si hubiera de nacer, como si estuviese naciendo en esta tumba. Dentro siempre de la familia: padre, madre, hermana, hermanos, siempre, siempre así.

¿Dónde está mi amor? Ahora es de noche. Mi amor, mi amor, ¿adónde? ¿Adónde mi amor, adónde? […] -Ahora es la noche. Me han devuelto a la prisión de donde no había salido nunca, prisionera de nacimiento. ¿Cómo iba a volver los ojos, a vosotros, dioses, que me dejasteis sola con la piedad? No siento piedad alguna. No siento nada. Pero ahora es de noche. Estoy sola en la noche e iré a nacer aquí, sí, ahora.

¿Por qué veo esa sombra? ¿Es la mía? ¿Hay luz de nuevo aquí? Y ahora hay otra sombra. ¿Eres tú, hermano mío, que más dichoso que yo, recibido por la tierra al fin, vienes a buscarme? Polinices, ¿me atraes el agua, los aromas, me darás tu mano para llevarme del otro lado? ¿Eres tú, mi hermano? ¿Cuál, cuál de los dos, cuál hermano? …»

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