La muerte de la cultura a manos de la técnica

 

Por mucho que se maquille con el utillaje de la técnica, un analfabeto, por propia
lógica, debe tener una sensibilidad (y creo que hasta unos sentimientos), y por tanto
hasta una Diversión, de analfabeto… Esto lo saben bien los vendedores de plataformas
de Diversión.

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La incultura es una forma de estupidez: es decir, a efectos prácticos, tiene los mismos
resultados personales y sociales.

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Ahora el hombre está siendo educado sólo para manejar máquinas. Pero ya se está
comenzando a ver que una máquina-ordenador puede controlar, manejar y construir -es
decir, crear- otra máquina… Así que el hombre comienza a sobrar(les).

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Las dependencias de esta sociedad son verdaderamente surrealistas: un analfabeto en
todo menos en botones, podría bloquear completamente un Estado con sólo apretar un
botón.

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Tal es exceso y el acceso tan fácil y tan inmediato que tenemos hoy en día a todo tipo
de información, que es como si llevaras en tu cabeza (o en tu bolsillo con tu móvil, que
para el caso es lo mismo) una enciclopedia incorporada. ¿Qué podría considerarse, pues,
que es ahora la cultura y, aún más, la educación? Pues la cultura y la educación tendrían
que reducirse a lo que siempre han estado persiguiendo: a una actitud sobre
precisamente la información.

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Ni el cristianismo, ni el liberalismo, ni el marxismo, ni cualesquiera otras
revoluciones. Finalmente ha sido internet el que ha conseguido la igualdad absoluta y
universal de las personas, incluso en lo que parecía imposible: en el nivel de difusión y
autoridad intelectual. Finalmente, el blog de un progre semianalfabeto de tu barrio
podría estar a la altura popular (o más) que el blog que tuviera el mismísimo obispo
metropolitano de tu diócesis.

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“Ya no es el tiempo en que una cultura podía eliminarse en la sombra por la violencia
abierta, y algunas veces con la aquiescencia alienada de las víctimas” (M. Mammeri).
No. Ahora una cultura muere por preponderancia telecinematográfica de otra. O, dicho
de manera diferente, ahora la violencia es televisiva: televisión como la guerra por otros
medios…

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No sé si merece la pena la metáfora, pero es obvio que el hombre civilizado, el
hombre políticamente correcto, es el equivalente, en el reino vegetal, al jardín podado y
arreglado ─domesticado─. El hombre libre de prejuicios lo sería, naturalmente, del
jardín salvaje (con sus espinos, sus breñas… y hasta sus lobos aulladores).

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¿Por qué nos creemos en el derecho de matar los animales y comérnoslos? Aparte
del hambre –que ellos también tienen- y la razón de autodefensa del más fuerte ante
esas hambres por las que nos comerían, sólo hallo una explicación: porque su vida se
limita a comer, defecar y copular; carecen de cultura y, así, tenemos derecho a que
mueran por nosotros, seres que hacemos Historia y Cultura, alimentándonos. Según
esto, habría que tener cuidado: la técnica está acabando de tal manera con nuestra
historia de seres humanos, con nuestra cultura –pues la cultura y la historia la hacen
ahora las máquinas y los ordenadores–, que nuestra vida se reduce cada vez más a
comer, defecar y copular…

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