‘De la amistad con una montaña’, de Pascal Bruckner

De la amistad con una montaña

Pascal Bruckner

Traducción de María Belmonte Barrenechea

Siruela

Madrid, 2023

149 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Uno desea que la maldad sea un fluido que se disuelva en la naturaleza. Ahí es donde suceden las mejores puestas de sol, la calma del mar tras la tormenta, las nubes aborregadas viajando despacio sobre el azul del cielo, el sonido de los pájaros en las auroras o las pisadas sobre terreno blando. Willa Cather, la escritora estadounidense que reflejó en su obra la nostalgia por las praderas mientras residía en Nueva York, salía todos los días a pasear por Central Park descalza para sentir que todavía no se había separado de la tierra. Pascal Bruckner (París, 1948) elige la montaña y las versiones vitales con que se puede convivir con la montaña, desde la del ganadero hasta la del alpinista de alto rendimiento.

Este libro es un tratado sobre la necesidad de salir de la habitación, eso que uno no sabe si atreverse a llamar viaje. A veces ese viaje sucede a la puerta de casa.

Bruckner recupera pensamientos que han surgido a partir de su experiencia en la montaña, incluyendo en su experiencia lo que han comentado los demás, que vive casi con la misma intensidad que las propias. El tratado es delicioso. En realidad, es un apunte para animarse a vivir, para demostrarnos que no es posible vivir por inercia, que la vida no nos sale al paso, que debemos ser nosotros los que la busquemos. Y que sí, que puede ser muy hermosa, que hasta el lametazo de una vaca puede ser una sorpresa agradable. Ordenado en capítulos temáticos —la muerte, el esfuerzo, la amistad, la naturaleza, la literatura, las sensaciones, etc.— va desglosando fascinaciones y alivios. La naturaleza se nos muestra como un lugar donde aprender a vivir, aprender algo que vamos a llamar sinceridad, y que se aleja de Netflix, Amazon o Tínder. Son este tipo de obras las que nos remite a la belleza de nuestros episodios en la Tierra y a la necesidad, por tanto, de preservarla. Y para ello es imprescindible la amabilidad, la generosidad, todas las buenas acciones y los buenos sentimientos que nos ayudan a reconocer las regiones bondadosas del mundo. Lo contrario nos remite a la paranoia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *