El caso Braibanti, de Gianni

JOSÉ LUIS MUÑOZ

Cine reivindicativo made in Italy que se echaba de menos en una cinematografía que estuvo hasta finales del pasado siglo muy comprometida con las causas sociales y dio una generación dorada de directores de la que formaban parte Pier Paolo Pasolini, Bernardo Bertolucci, Elio Petri, Damiano Damiani, Marco Bellocchio entre otros. Gianni Amelio (Magisano, 1945) pone en imágenes el caso del profesor y poeta Aldo Braibanti (Luigi Lo Cascio), un investigador del comportamiento de las hormigas (el título original es Il signori delle formiche), que sedujo, según el atestado policial, a uno de sus alumnos, Ettore Tagliaferri (Leonardo Maltese), con el que mantuvo algún tipo de relación homosexual aparte de la intelectual. Se acusó al profesor de hacer prevalecer su posición de dominio para forzar esa relación y no se tuvo en cuenta durante el juicio la opinión de la presunta víctima de ese abuso.

Gianni Amelio retrata con precisión el ambiente de una Italia represora con resabios del fascismo que no veía con buenos ojos la homosexualidad, pero también denuncia las posturas de la izquierda, porque el profesor Braibanti era miembro del poderoso Partido Comunista Italiano, la tibia defensa que tuvo por parte de sus camaradas cuando hubo de enfrentarse a juicio y fue condenado.

A finales de los años 60, que es la época en la que suceden los hechos, la homosexualidad era considerada una desviación enfermiza que era necesario corregir. El joven Ettore Tagliaferri, forzado por su familia (en exceso caricaturizada en el film), fue internado durante una buena temporada en un centro psiquiátrico en donde fue sometido a sesiones de electroshock para extirparle esa tendencia sexual desviada y separarlo de su maestro que fue condenado a nueve años de prisión.

El caso Braibanti es un canto contra la intolerancia sexual que llega hasta nuestros días como se colige de los numerosos ataques homófobos que tienen lugar en Europa o la persecución institucional en buena parte del mundo. Gianni Amelio se sirve de una puesta en escena sobria y algo teatral para contarnos esta historia de amor entre hombres cuando el rechazo social era mayoritario. Se echa en falta una mayor definición de los personajes y de su relación que queda algo desvaída. Por momentos podría firmar la película Bernardo Bertolucci, el de La luna, por ejemplo, o el de La tragedia de un hombre ridículo. Por momentos, con este film, el espectador retrocede a esa época en que las películas italianas llevaban implícito un mensaje y el cine, hasta los espagueti westerns, era un instrumento para la reflexión política.

 

 

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