‘Bajo mínimos’, de Fernando González Nohra

 

Bajo mínimos, Fernando González Nohra, Quadrivium. Girona. 2023. 111 páginas. 12,00 €

De necio, iluso y persistente define el autor a su evolucionado personaje Gonzalo Fernández, más de quince años después de que viviera la peripecia canalla de Carroñero, también editada en España bajo el mismo sello editorial.

González Nohra no es neófito en el campo de la novela, como tampoco lo es en el del cuento corto o relato, para el que tiene un don que va de su facilidad de interposición, registro nada fácil por el que se hicieron glorias vivas Charles Bukowski, John Fante o Julio Ramón Ribeyro, a su fuerza en las metáforas y su habilidad en la composición del texto. Y es así como este limeño desparramado y valedor de esa ingeniería léxica que desea Gonzalo tanto para su cuento rechazado en mil concursos, como para esa novela que es su propio Factótum sin serlo, nos entrega la tercera parte de la vida y desventuras de su criatura, un personaje que viene a dejar de ser pequeño burgués en la capital peruana, para convertirse en proletario en un país que no es el suyo y que conoce y reconoce, ha cambiado. Quizás demasiado.

De su vida en Perú, no menos difícil, cuenta “no solo me estaba traicionando a mi mismo, sino que peor aún, me había vendido a un mejor postor que en realidad no era más que un empleador miserable y demasiado pegado a la norma para lo que le convenía y venía en gana”. Hay quien ha querido ver en ello una tesis psicoanalítica que como boomerang lanzado al espacio ha dado en toda la cabeza y a traición al personaje alter ego de su autor, por haber hecho de las suyas en Carroñero, sin embargo, este es un libro más independiente, maduro y febril de lo que pudiera parecer. Las nuevas realidades pandémicas («No sé si la problemática de género tenga otro efecto en mí, que no sea el de hacerme aguardar agazapado y expectante a que de una buena vez se agoten las letras del abecedario, a ver si con esas dejamos de hablar como tarados solo por complacer a cada nuevo grupúsculo que emerge de pronto con pretensiones identitarias») así como otras de similar jaez, llevan a Gonzalo a sentirse totalmente desposeído, y si bien sabe que ni MVL, ni Sábato, ni Ian McEwan irán en su busca porque ya es otro, muchos sabemos que Gonzalo es Gonzalo, y ni por necesidades de guion, puede dejar de serlo…

Esto lo decimos y sabemos cuando nos escupe a la cara ­—y son varias las imprecaciones que harán pupa a los ofendiditos de turno— frases como esta: “Cuál sería la cara que pondría que sospechaba que las devotas que asistían a la misa diaria de las once y que no me quitaban el ojo de encima me tenían por el nuevo mendigo de la plaza al que consideraban más proclive a tomar la decisión de acabar con sus penas lanzándose a las vías del tren”.

Por otro lado, para los que piensen que estamos solo ante el relato de un descreído o cínico, podemos ver cómo en todo esa bilis existe lo que los modernillos de turno denominarán “autoaprendizaje” («Lo que sí me queda claro es que la vida es como un juego de cartas que pasa por sacudirse después de cada partida perdida y con las mismas volver a apostar, que en estos tiempos que corren el éxito parece consistir en no dejarse derrotar»)

Con esta tercera parte de su particular tetralogía del superviviente (la cuarta será la novela a la que Gonzalo sigue buscando nombre, una historia que si hace caso a sus seguidores tendrá más que ver con Cormac McCarthy que con sus habituales) sueña González Nohra al menos con no morir en el intento, y que quizás obre el milagro de ver editadas juntas, sea en un sello como este o en otro menos periférico (¡ojalá!), las desventuras de este luchador contra la amnesia colectiva que nos trajo hasta aquí y que hace de personajes como estos (dulces y a la vez irritables e irritantes, como nosotros) un caramelo con el que no solo endulzar el sentido de eso que llamamos literatura, y para la que no cualquiera debiera estar dotado, un oficio y un arte en vías de extinción.

Daniel González Irala

Foto: @juangallegosnoya

Fernando González Nohra (Lima, 1976) Publicó Por favor no empujen como libro de cuentos en el Perú (Editora Mesa Redonda, 2007), como novela en España (Dum Spiro Ediciones, 2007, prólogo de Fernando Iwasaki) y en formato digital (Editorial Ruido de Fondo, 2013). Ha participado en las antologías Cuentos de uno y otro lado de la frontera (Consulado General del Perú en Guayaquil, 2008) y Versus versus (Consulado General del Perú en Machala, 2009). Publicó la novela Carroñero en España (Quadrivium, 2010, prólogo de Carlos Salem) y también en el Perú (Grupo Editorial Mesa Redonda, 2011). En 2014 publicó el volumen de relatos Una cura para el cura y otras formas de morir (Editorial Ruido de Fondo, Perú) y en 2019 la novela Con sumo placer (Bokeh Press, Países Bajos). Colaborador eventual en diversas publicaciones, se desempeña además como editor, corrector de estilo y traductor literario.

 

 

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