‘La Segunda Guerra Mundial’, un conflicto de «justicia» y el mayor desastre de la historia de la humanidad

JAYRO SÁNCHEZ.

«La Segunda Guerra Mundial, con sus ramificaciones globales, fue el mayor desastre de la historia provocado por la mano del hombre. Las estadísticas que tratan de recoger el número de muertos —sesenta o setenta millones— escapan a nuestra comprensión. La magnitud de las cifras resulta peligrosamente apabullante», explica el conocido historiador militar británico Antony Beevor en su libro homónimo sobre el conflicto.

La Segunda Guerra Mundial es una obra ambiciosa que se esfuerza en cubrir amplios espacios geográficos y temporales con el fin de interpretar las causas y consecuencias de uno de los enfrentamientos más mortíferos de la historia de la humanidad.

Y no solo a través del análisis de los grandes acontecimientos políticos y militares de la época, sino mediante exhaustivas técnicas de investigación que permiten al lector adentrarse en la vida de cualquier persona que viviera aquellos años.

Es imposible medir sus terribles costes basándose en el enorme aunque exclusivo número de fallecidos por efecto directo o indirecto de los combates.

También han de conocerse las cifras de personas heridas, desaparecidas, desplazadas y sumidas en la más absoluta pobreza, así como los datos que demuestran la drástica reducción del nivel de vida de grandes masas de población o el hundimiento de algunas de las economías más boyantes del planeta, lo que, a la larga, daría pie a un largo y doloroso proceso de recuperación y reconstrucción en determinadas zonas del mundo.

«Tras recibir el manto de “guerra justa”, la Segunda Guerra Mundial ha pesado sobre las generaciones siguientes mucho más que cualquier otro conflicto de nuestra historia. Provoca una mezcla de sentimientos encontrados porque nunca podría estar a la altura de esta imagen, sobre todo teniendo en cuenta que la mitad de Europa tuvo que ser entregada a las fauces de Stalin para salvar a la otra mitad. Y aunque acabara en una derrota abrumadora de los nazis y los japoneses, es evidente que la victoria no consiguió la paz mundial», asegura Beevor.

Y uno no puede dejar de pensar que, en parte, lleva razón. El final de la guerra y la fundación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) deberían haber dado paso a un teórico periodo de estabilidad, distensión y prosperidad, pero los antiguos aliados de conveniencia se quitaron sus máscaras y mostraron su enemistad irreconciliable, forzando al mundo a elegir bando y a vivir otros 44 años bajo el temor de ser exterminado en una gran conflagración nuclear.

El de Antony Beevor es un caso curioso, ya que pasó de estudiar el «arte» de la guerra en la Real Academia Militar de Sandhurst a escribir importantes tratados de divulgación histórica sobre algunos de los conflictos militares más importantes y recientes de nuestra historia.

Aunque está especializado en la Guerra Civil española (1936-1939) y la Revolución rusa (1917), sus libros sobre la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) son textos de referencia internacional, tanto para los profesionales del ramo como para los aficionados al estudio del pasado.

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