‘No sleep till shengal’, de Zerocalcare

POL ANTÚNEZ.

Una de las cosas que encuentro más fascinantes del mundo de la comunicación es su capacidad para convertirse en una extensión de nosotros mismos en terreno desconocido. El periodismo, si lo contemplamos desde una perspectiva funcional y utilitaria, podría comprenderse como ese vehículo entre lo que ocurre más allá de lo que podemos percibir y la realidad de los sucesos acontecidos. Es en ese trayecto, en el que se construye una extraña relación entre el espectador, que no puede de un modo directo esclarecer su escepticismo porque no ve lo que sucede dentro de la noticia, y su sumisión respecto a la figura de un narrador omnisciente que es sus ojos, sus oídos y su percepción del relato.

Por ello los “opinólogos” de los medios de comunicación nos aburren hasta la saciedad y los periodistas o comunicadores que nos dan más confianza son aquellos que se manifiestan con ambigüedad, los más escépticos o los más descriptivos y equidistantes con cualquier toma de posición.

En contraposición a esta visión, cada día que pasa me doy cuenta de que la comunicación es mucho más que la comprensión funcional y descriptiva del oficio, y eso es algo que el reconocido historietista Zerocalcare nos deja saborear en esta auténtica obra maestra que es ‘No Sleep Till Shengal’.

En esta última entrega Zerocalcare vuelve a ficcionarse a sí mismo bajo el personaje de Calca, que en su fase de reportero viajará hasta la inhóspita región de Shengal para dar visibilidad a una realidad tan difícil y descarnada, como esperanzadora y llena de fuerza. Esta novela gráfica, es curiosamente, uno de los ejemplos más revitalizantes del periodismo actual, precisamente porque transgrede la lógica que hemos determinado al principio, mostrando al propio Calca cómo un narrador honesto con lo que ve, pero también con lo que siente en todo momento, lo que convierte a la obra en un ejercicio comunicativo contracultural brillante.

Esto es así, primeramente, por dónde se pone el foco, pues en este viaje se vuelve el objetivo hacia una realidad totalmente olvidada por la opinión pública, como es el conflicto bélico en la región de Iraq y sus consecuencias sociales, culturales y políticas. Pero también es relevante por cómo se pone dicho foco, intentando dar énfasis a la percepción emotiva de la situación a la vez que se informa, como he hecho mención anteriormente. Así pues, en esta historia, nos enfrentaremos a la realidad de un pueblo en una situación bélica insostenible, sumido en un conflicto latente contra las fuerzas del orden de Iraq, dónde reclaman una independencia política, cultural y religiosa que las instituciones iraquíes no tienen intención, en absoluto, de entregarles.

La desigual correlación de fuerzas empuja a los habitantes de Shengal hacia una situación de clandestinidad y guerrillas, con todo lo que esto acarrea: migraciones forzadas, limpiezas étnicas, intimidaciones militares, campos de refugiados y familias totalmente desestructuradas. Todo esto en un espacio dónde el terror es la realidad de cada día para sus habitantes, del mismo modo que lo es la esperanza por tener una vida mejor.

Este contexto asfixiante y lleno de emotividad contará con un soporte gráfico a la altura de las circunstancias, que resulta imprescindible para reflejar todas las capas de la historia, con un detalle de las expresiones faciales y una habilidad para reflejar la singularidad de los personajes absolutamente fuera de lo común.

Todos estos recursos, en definitiva, buscan conducirnos a la verdad que está detrás del relato, rompiendo de raíz con la perspectiva de que la información sobre la política internacional consiste en mostrar mapas geopolíticos, discursos de odio y soflamas entre grandes grupos de poder. La realidad de la Guerra, son historias como la de Shengal, dónde la gente se halla dispuesta a dar su vida por la defensa de su independencia y de sus principios. Aunque este hecho conlleve un gran coste en forma de pérdida, un factor constante en la historia, pues la guerra, precisamente, es inexorable a la pérdida.

Pero todo este contexto no nos podía salir gratis ni a Calca ni tampoco a nosotros, por lo cual, a medida que vayamos avanzando en el viaje, viviremos junto al protagonista una crisis de identidad continua producto del rechazo a ostentar nuestros propios privilegios, otorgados por el simple hecho de haber nacido en otro territorio con una realidad trascendentalmente distinta. Esto nos lleva de manera constante a llenar de culpa una mochila que estará con nosotros de principio a fin.

Como colofón a esta reseña, no trataré de adivinar si los que estáis leyendo este artículo sois muy dados al drama, si estáis en un punto emocionalmente intenso en vuestras vidas o si para leer os vienen mejor historias más tranquilas. Puede que incluso después de todo lo comentado, rechacéis frontalmente devorar esta historia del mismo modo en el que yo lo hice, pero no puedo dejar de recomendárosla, porque probablemente sintáis una profunda tristeza al leerla, pero también aprenderéis, viajaréis, reiréis y algunos incluso lloraréis a borbotones. En definitiva, viviréis en una historia de las de verdad, de las que merecen ser contadas y de las que con demasiada frecuencia caen en el olvido.

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