"Diástole" de EMILIO BUESO: entrevista y reseña.

Por Benito Garrido
Fotografías de Pablo Álvarez.

 

A propósito de su nueva novela Diástole (Editorial Salto de Página, 2011), y con motivo de la Semana Negra de Gijón, donde la ha presentado, hemos entrevistado al escritor Emilio Bueso.

 

Nace en Castellón, en 1974. Trabaja como ingeniero y es profesor de la Universidad Jaume I.  Su trayectoria literaria viene marcada por la narrativa de terror contemporáneo desde que en 2007 escribiera su primera novela, Noche Cerrada (Editorial Verbigracia). Influido por autores como Palahniuk, Lovecraft, Ajvide Lindqvist y Clive Barker, ha publicado diversos artículos y relatos en revistas de todo tipo, así como en antologías del género.

 

«Diástole».  Emilio Bueso.  Editorial Salto de Página, Madrid, 2011.  235 páginas.  18,00€

 

Si a la hora de comentar este libro, hablamos solamente de la historia de Jérôme, un pintor fracasado y ahora yonqui pasado de rosca, que apura sus días entre papelas de heroína, podríamos pensar que estamos ante una novela de realismo sucio o crítica social.  Pero si a este drogadicto, el autor le lleva a una antigua casona perdida en el Pirineo francés, dónde le espera Iván, un misterioso personaje de extraña naturaleza que le encarga un retrato, la novela ya empieza a tener toques de terror gótico, de siniestra intriga, de thriller sobrenatural.  Y cuando descubrimos a través de las sesiones de posado, la historia de un hombre que porta a través de los años una terrible maldición, una tremenda dolencia, entonces ya no queda más remedio que  reconocer en este libro la magnífica novela de terror que late.

 

Diástole es una prueba palpable del buen momento por el que el género de terror está pasando en nuestros días.  Como si de un corazón se tratase, en este libro encontramos los latidos de un toxicómano que intenta recuperar las oportunidades perdidas.  Volver a pintar se convertirá en un reto que le llevará hacia un punto sin retorno.  En las cuatro únicas sesiones de posado nocturno, conocerá la vida de Iván, un hombre perseguido por las fuerzas rusas durante años, que no solo sobrevivió el espeluznante sitio de Leningrado, sino que también tuvo que resistir como forajido oculto entre los restos nucleares que dejó Chernóbil.  Conoceremos su historia de amor tan maldita como él mismo.  Descubriremos la conexión que se establece entre pintor y modelo, la inevitable condena que habita en el corazón de ese cuadro.

 

Estamos ante una historia de emoción creciente en la que las tramas se entrelazan sin forzar, donde la aparición del espionaje soviético como un personaje más, no hace sino consolidar una línea argumental muy trabajada, y nos acerca incluso a los cánones de la novela negra.  Con un estilo de escritura ágil, fluido, realmente fascinante, el autor nos cuenta que existen muchas maneras de perder la vida, de malograr el alma.  Los capítulos se suceden con un ritmo muy bien marcado, expectante de unos capítulos finales a los que sin duda los lectores estamos deseosos de llegar para resolver la historia.  Está claro que estamos ante un autor carismático, al que debemos perseguir.

 

Entrevista:

 

P.-  ¿Cuándo y cómo te planteaste escribir novelas de terror?

Tú no decides si vas a trabajar con el miedo, es el miedo el que decide si quiere trabajar contigo.  Uno no se levanta y dice, voy a hacer una de fantasmas, no.  Es lo que te viene a la cabeza, lo que te bulle dentro, y lo que te sale a la hora de escribir.

 

P.-  Una vez que uno decide escribir novelas de terror, ¿tiende ya a autoexcluirse de otros géneros?

El terror por el terror no lleva a ninguna parte.  Tiene que llevar algún tipo de aditivo o conservante natural.  Tiene que incorporar otras cosas, fijarse en otros muchos más aspectos de todos los registros literarios que conocemos.  Yo por ejemplo, estoy influido por el realismo sucio, incluso hay quien dice que soy costumbrista, y esto suelo incorporarlo en mi escritura.  No quiero quedarme en el terror por el terror.  Aparte de este, quiero intentar tocar más palos.

 

P.-  Jérôme, el protagonista principal de tu novela, es un drogadicto muy pasado que vive al límite.  ¿Por qué un personaje tan problemático y difícil para llevar la trama?

¿A quién le interesa un oficinista gris o una ama de casa anodina?  Todo es más terrible cuando hablamos de un personaje excepcional.  Para protagonizar una novela quieres a alguien que esté bordeando el límite, cruzando la línea roja, que dé buen juego para forzar situaciones, para llegar a escenarios atractivos en la historia.  En definitiva, algo que sea como trabajar con dinamita.

Y ya no solo busco ir al límite con los personajes, sino también con los lugares donde se desenvuelven.  En esta mi última novela, nos encontramos con Chernóbil, el mayor accidente en la historia de la ingeniería civil, y con el asedio de Leningrado, la catástrofe más importante en la historia de las guerras.

 

P.-  ¿Cuánto de psicología debe manejarse a la hora de escribir una novela como ésta?

Yo pienso que la conducta de los personajes tiene que ser consistente con su carácter.  Todo tiene que tener una coherencia.  Tienes que conseguir que tus personajes resistan un análisis conductual básico, que sean humanos, realistas, y que tengan características que les hagan especiales.  Que no sean unidimensionales sino que reúnan diferentes facetas, incluso que tengan algo contradictorio.

Al final, tu personaje termina pareciéndose a una persona que en cualquier sitio podrías conocer, o ya has conocido, y que sea diferente, difícil.  Y para eso no necesitas de un psicoanálisis freudiano.  No es viable.

Gente que he conocido y personajes de otros libros me han servido de inspiración en mi escritura.  Como yonquis he conocido alguno, me dije: con un personaje así me hago yo una novela que te cagas.  En este caso, Jérôme todavía no se ha echado a perder del todo, hasta puede pintar todavía, aunque sea con dificultades.  Necesitaba un tío quemado, pero no demasiado, y darle algo, un aliciente para que se aferrara a lo último que le queda de humanidad.  Esa era la baza del libro.

 

P.-  ¿Crees que existen muchas diferencias entre el terror escrito por hombres y el escrito por mujeres?

Las mujeres para trabajar el miedo quizás buscan de otros miedos.  La sensibilidad femenina llega a tocar puntos difíciles de imaginar.  Eso las hace más precisas y humanas, quizás los hombres somos más bestias.  Y además el hecho de ser mujeres les permite dar a los personajes femeninos ese toque que a nosotros nos cuesta más encontrar.

En España tenemos autoras realmente buenas como Elia Barceló o Care Santos.  Y a nivel internacional, Anne Rice ha cambiado por completo la novela de vampiros.  Hay cada vez más mujeres haciendo buena novela de terror.  Y también cada vez más lectoras de este género.

 

P.-  ¿Qué te resultó más difícil en Diástole, desarrollar la trama o definir los personajes?

En mi caso la trama, porque estamos hablando de un thriller de intriga que no se resuelve hasta el final, que despeja incógnitas en el último capítulo, que debe mantener una tensión argumental.  Es un libro muy de sucesos, de personajes difíciles que se ven arrastrados por acontecimientos que les superan.  Hay novelas en las que el personaje es todo, el centro y eje vertebral de la historia.  Y hay novelas como la mía, que son más de historia por contar.

 

P.-  Esto es una pregunta más bien a nivel comercial: ¿sabes si está funcionando bien tu novela?

Primero pensé que esto sería un hostión, pero parece que ya incluso se va a sacar una segunda edición.  No es una novela fácil, no es especialmente comercial, pero está funcionando francamente bien.  El terror ahora está de moda, aunque el terror por si solo no vende, hay que buscarle ese toque que sirva de aliciente.  En ese caso, nunca sabes cuando un libro de va a sorprender.

Que yo recuerde, en España no ha habido best-seller de terror.  Lo que sí que ha habido son novelas que han llegado bastante lejos.  Este mercado, donde no hay grandes bombazos, lo que tiende es a llegar a un público consolidado de cinco o diez mil lectores, pero tampoco fracasa como otros géneros difíciles de colocar.  Así, por ejemplo, la ciencia ficción es un producto que se vende muy poco en nuestro país.

 

P.-  Este año te han invitado por primera vez a presentar una novela en la Semana Negra de Gijón.  Entiendo que se trata de la confirmación de un trabajo bien hecho.  ¿Qué supone para ti este certamen?

No solo un gran punto de encuentro con otros autores, sino también con muchos lectores que de otra manera no encontrarías.  Aquí se aglutina todo el sector, todo el mercado del norte.  Este es el escaparate que tiene el Cantábrico hacia la literatura oscura y lo considero imprescindible.  Contactas con autores de otros géneros como el negro que en otros eventos no puedes encontrar, con prensa, con editores.  Esto lo tiene todo.  Además me abastezco considerablemente de nuevos libros.  La Semana Negra está muy bien, y quiero volver.

En cuanto a la polémica surgida este año sobre la continuidad de la feria, me parece, que si Gijón no salva la Semana Negra, la Semana Negra no salvará a Gijón.  Simplemente, se irá a otro sitio.  Iremos todos nosotros.  Esto no se va a parar pues ya es algo que tras 24 años, se ha hecho muy grande, está muy bien establecido, tiene mucho tirón y atrae a mucha gente de todas partes.  Este pulso entre ayuntamiento y organización tiene que terminar en un acuerdo de continuidad aquí, o en otro lugar, pero no se puede cerrar el grifo y esperar que todo se apague como una vela.

 

P.-  ¿Cómo es el lector de novela de género? ¿Es un público fiel?

Realmente hay que hacerlo muy mal para que un libro digno, en una editorial digna, no llegue a vender un mínimo de mil copias.  En la novela de terror tenemos un nicho de lectores bastante fiel, sobre todo de un tiempo a esta parte.  Incluso parece que resiste bien a la crisis, cosa que otros géneros no pueden contar.  Además, nos encontramos con una importante cantera de autores, que están madurando, que están cada vez mejor, que van pasando los años y se mantienen.

 

P.-  ¿Qué opinas de esa gente que piensa que hablar de novela de género es hablar de una  literatura menor?

Esto es un prejuicio que existe en nuestro país.  La literatura de género engloba a la fantástica, terror, policial, ciencia ficción… ¿Qué ocurre?  Esto de meter todos los géneros minoritarios en el mismo saco, es una lacra, un estigma que nos persigue a todas partes.  En otros países no se ningunea a la literatura de género, incluso se respalda la dificultad que supone trabajar con emociones tan intensas como por ejemplo el miedo.  Los trucos que en el cine sirven para asustar al espectador, no valen en literatura.  Espero que con el tiempo se sepa valorar finalmente ese trabajo.

Por otro lado, la novela negra es transgresiva, sórdida, políticamente incorrecta.  Esto está denostado porque no es edificante para el lector.  Pero la literatura no está para decir lo bonito que es el mundo, está para decir como se ven las cosas, para hacer denuncia social.

 

P.-  ¿Cómo se llama tu siguiente proyecto?

Llegará el año próximo y seguramente no sea ni una novela negra ni una de terror.  Será literatura de anticipación, una historia sobre una hecatombe multinacional enclavada en la actual crisis económica.  No me gusta mucho hablar de trabajos futuros, es un poco aventurado, sobre todo teniendo en cuenta como está la actual situación.  Pero viendo como está funcionando Diástole, si no saco adelante ese proyecto, saldrá otro.  Si no consigo publicar esa novela, tenga otras.

 

Emilio, muchas gracias por tu tiempo.  Te esperamos para la Semana Negra del próximo año, sea en Gijón o en otro lugar.  Y si es con un nuevo libro pues mucho mejor.

 

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