Virtuoso (Joe Pass) – El virtuoso de la guitarra

Por Daniel Muñoz.

Con el disco que traigo esta semana, nuestro protagonista -nacido Joseph Anthony Jacobi Passalaqua, en Nueva Jersey, e hijo de familia italoamericana- iba a reclamar de la mejor manera posible su lugar entre los más grandes genios que el instrumento haya tenido en su historia. Y a fe que lo consiguió.

Joe Pass llegaba a los estudios de grabación del sello discográfico Pablo Records -fundado a la sazón por Norman Granz para grabar a sus artistas- el 11 de noviembre de 1973 (que complementaría con dos sesiones más, el 26 y el 30 del mismo mes) en la cúspide de la línea ascendente que había comenzado tras su salida del infierno de las drogas, en 1961, para demostrar que todos los elogios que había provocado entre la crítica y el público sobre su trabajo, tanto en la faceta de sideman como en solitario, no eran sino la antesala de lo que se avecinaba. Y salió de ellos con la satisfacción del deber cumplido, después de haber dejado doce cortes excepcionales en los que reinterpreta -y casi reescribe- algunos de los mayores estándares del género. Para muestra, tres botones: “Night and Day”, “Stella by Starlight” y “All the Things You Are”. Casi nada.

Y junto con esas tres maravillas, otras nueve: “Here’s That Rainy Day”, “My Old Flame”, “How High the Moon”, “Cherokee”, “Sweet Lorraine”, “Have You Met Miss Jones?”, “‘Round Midnight”, “Blues for Alican” y “The Song Is You”. En total, doce ejemplos de cómo había que tocar música con una guitarra. Doce caballos salvajes que montó, domó y acabaron comiendo de sus expertas manos como si de composiciones propias se trataran.
Una de las (innumerables) grandes virtudes que Joe Pass exhibe a lo largo de todo el disco es su dominio del walking bass, una técnica consistente en utilizar las cuerdas más graves de la guitarra -quinta y sexta si hablamos de guitarras de seis cuerdas, sexta y séptima para guitarras de siete- para crear la ilusión de que un contrabajo nos está acompañando en nuestra interpretación. Al nivel magistral de Joe, es tal el efecto que pareciera que realmente hay un bajista en el estudio, con su instrumento junto a él punteando y acentuando sus líneas melódicas.
Otra de las técnicas que se pueden apreciar en todo su esplendor aquí es el finger-picking, una forma de pulsar las cuerdas del instrumento con los dedos para tocar acordes y, aprovechando la resonancia de éstos, tocar a continuación la melodía para que se superpongan en el oído. De nuevo, la maestría del virtuoso es tan enormemente abrumadora que uno tiene serias dudas en cada pista que escucha de que allí hubiera varios guitarristas más, y Granz y Pass quisieran hacerle una travesura al mundo entero intentando convencerle de que allí había solamente un hombre… De no ser porque en todos sus conciertos en directo -prueben a buscar en Youtube y alucinen- Joe despliega exactamente los mismos recursos y al mismo nivel. Realmente increíble, incluso con la prueba de Santo Tomás.

En definitiva, es un disco que hay que tener. No solamente por todo el despliegue técnico, que lo ha convertido en referencia de estudiantes y profesionales desde su publicación, sino porque lo que hay contenido en él es música, de las más bellas que vayan ustedes a poder escuchar jamás. El zorro de Norman Granz nunca hacía las cosas a la ligera, y cuando tituló a este disco Virtuoso sin duda sabía lo que estaba haciendo.

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