Reseña de «Que llueva siempre», de Luis Miguel Rabanal

Por Francisco Álvarez Velasco.

LAS MIGAJAS DEL TIEMPO

“De cuanto huye, de cuanto duele / en el penúltimo anochecer, de las migajas del tiempo / nos queda la razón / de haber soñado mucho […]”. El penúltimo anochecer de la existencia es metáfora del final próximo. Nuestro poeta lleva anunciando desde hace meses que este libro –el tercero de “Postrimerías”- es el último que publicará. Algunos títulos de sus poemas apuntan a ello. Dice también que tiene tres o cuatro decenas de inéditos, pero que ya no se siente con fuerzas para publicarlos y que prefiere morir tranquilamente. Esperemos que no siga en su testamento a Virgilio o a Kafka. Y si lo hiciese, que quien tenga la decisión haga que no se cumpla su voluntad.

Que llueva siempre (Huerga y Fierro editores) es, a mi entender, posiblemente el mejor libro de Luis Miguel Rabanal. Un libro muy trabajado, que no es una colección de poemas, como tantos de los que se publican, sino elaborado con una voluntad de arquitectura que ordena el discurso: Un tríptico cuyas primera y tercera tabla tienen el mismo número de poemas -16- y la segunda solo tres más. Los títulos de la primera y segunda son muy denotativos: “Despojos de la vida alegre”, “Todavía es memoria”. También pienso que la dureza existencial que le ha marcado está ahora menos aminorada que en su obra anterior, donde se distanciaba mediante la ironía, el humor o el sarcasmo. El lector sabe lo que le espera después de leer el epígrafe de MJ Romero “[…] tus huesos porosos como estrellas de mar / resecas sobre un mes de julio sin lluvia.” Se distancia también enmascarando preferentemente el yo poético en la segunda y tercera persona gramaticales.

Que llueva siempre o, también, “Que nieve siempre”, que bien podría podría ser otro título. Luis Miguel Rabanal es poeta al que entenderá mejor quien sepa de la naturaleza de Riello y la toponimia de su entorno –su “Olleir”-, donde la nieve está muy presente y se prolonga más allá de sus estaciones naturales hasta los desnevios*. Pero la Naturaleza se ve mejor desde su efecto personal o en los otros: “En tanto la nieve, o era su predestinación, / un año más, cubriría las calles de mujeres / abrigadas y hermosas, y de niños ruidosos”.

Rabanal no es poeta de fácil lectura porque sus poemas abundan en claves personales -de la niñez especialmente también de sus sueños o pesadillas- que el lector desconoce, aunque están apuntadas en toda su obra. Su poesía es fuente de aguas vivas a la que fluyen escondidos veneros de dolor y nostalgia buena.

Predomina el dolor. Y, sin embargo, el lector se consuela y se detiene complacido en ciertos momentos optimistas:

Lo que más importa es vivir , es cierto, o beber

en silencio del licor mientras escribes

una carta de lealtad al inútil pasado.

Lo que importa es vivir ese lúcido desgarrón

de tu vida y decírselo, cariñosamente,

a ella.

Un libro atravesado por las heridas del amor, de la vida y de la muerte. Y con palabras que se encuentran y entrecruzan por vez primera para crear asociaciones que envidiaría Buñuel o los mejores surrealistas.

Muchas gracias, Luis Miguel, por lo que ahora nos entregas.

 

                  *desnevios es un término local empleado con frecuencia por Luis Miguel Rabanal. Hace referencia a los pequeños arroyos que forman las montañas al derretirse la nieve en el monte. Cuando las nevadas han sido abundantes, pueden verse hasta en el verano.

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