La libertad de decidir

F. JAVIER CLAVERO CHAMPSAUR.

“Que tus decisiones reflejen tus esperanzas no tus temores”, Nelson Mandela.

Nos pasamos la vida pensando que somos nosotros, y conscientemente, quienes tomamos las decisiones después de barajar una serie de opciones, es decir, que tenemos el libre albedrío de decidir unas cosas sí y otras no. Y en este proceso nos sentimos con la plena libertad de hacerlo, creemos que somos libres por poder elegir decidir en un sentido u otro. No se me ocurre más que pensar que somos muy ingenuos y estamos un poco dormiditos. Permitirme que me explique…

La gran mayoría de decisiones se toman de manera emocional y subconsciente, por no decir todas. Además, uno lo hace en los primeros momentos en los que se plantea la cuestión y no sé si lo mejor o lo peor es que ni siquiera nos hemos dado cuenta de manera consciente. Sin embargo, a partir de ese instante comienza para nosotros una racionalización, un vía crucis para encontrar las razones o argumentos que sustenten esa decisión que sin saberlo ya hemos tomado.

Aunque en honor a la verdad, las más de las veces en lugar de razones son excusas para no hacer, para mantenernos en la zona de seguridad, de lo conocido y cómodo. Pensemos que tenemos una carga genética importante, aderezada con creencias, condicionamientos, limitaciones, miedos impuestos, unos sutilmente y otros no tanto, casi desde el punto en que somos concebidos, ya ni te cuento desde que empezamos a crecer y todo eso se clava en nuestro subconsciente de manera profunda e imperecedera.

Por lo que nuestra vida, podríamos constatar que está programada por nosotros mismos sin saberlo y no me refiero a por ejemplo el nombre de las ciudades en las que vas a vivir, sino el estilo de vida que vas a llevar y quien vas a ser, —casi—hagas lo que hagas. Nuestro instinto e intuición, por otra parte, muy poco desarrollados, principalmente porque poco nos conocemos y los estímulos exteriores lo único que hacen es provocarnos a tener más de lo que ya tenemos: un coche más caro, una casa más grande, más de lo que sea (que normalmente de poco sirve), etc.

Esto solo hay una manera de cambiarlo, si este es tu caso… Transformando tus creencias, condicionamientos, ampliando tus limitaciones, cargándote unos cuantos miedos o aprendiendo a convivir con ellos sin que te paralicen. Entonces tus decisiones, aunque sigan siendo subconscientes serán mucho más coherentes contigo y con lo que quieres. ¿Pero y cómo se hace eso de cambiar creencias…? Sencillo de explicar, complicado y difícil de mantener en el tiempo: tienes que educarte en aquello que quieres ser, para atraer lo que deseas y rodearte del entorno adecuado a tus sueños, objetivos y estilo de vida que quieres. Paciencia, perseverancia y buenas dosis de pasión se necesitan para no rendirse, pero aquel que lo consigue ve la diferencia entre el antes y el después.

La forma de mantener en el tiempo la transformación es generar los buenos hábitos que lleven a tu mente tanto de forma consciente como subconsciente por el mismo camino. Estaremos de acuerdo en que nuestros hábitos sean los que sean influyen y mucho en las decisiones que tomamos. Por eso en muchas ocasiones, aunque nos parezca que hemos decidido con todas las razones a nuestro favor lo que hemos hecho es rodearnos de excusas para sustentar esa decisión inconsciente que nos mantendrá en esa zona de la que no queremos salir… aquello de que nuestra boca dice blanco y nuestro subconsciente dice negro, por lo que al negro lo disfrazaremos de blanco, pero en el fondo seguirá siendo negro.

Pongo un ejemplo que está muy de moda en estos tiempos: Quien cansado de su anodina vida se apunta a un curso de alto impacto, de estos que te auguran grandes cambios y durante el mismo, te encanta, crees que estás tomando decisiones, te apasionas con los cambios, etc. Pero la noche del domingo antes de levantarte tu subconsciente ya está trabajando para que cuando te levantes, entre las excusas de lo voy a estudiar, cuando tenga haré, ahora no es el momento, no puedo porque… etc. Adivinas qué pasa: que sigues en el mismo sitio y haciendo lo mismo de siempre. Lo llaman la carrear de la rata (que da vueltas y vueltas en la rueda) o la vida del pollo asado (que da vueltas y vueltas mientras se va dorando).

Busca aquellos hábitos que lleguen a transformar tu vida para ser quien quieres ser y llevarte hacia la orilla a la que quieres llegar y no otra.

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