Entrevista a Rafa Cervera

Canción para hombres grandes

Rafa Cervera

Editorial Jekyll&Jill

Zaragoza 2022   216 páginas

 

ENTREVISTA A RAFA CERVERA

 

Por Íñigo Linaje

 

Está sentado en uno de los escenarios de su segunda novela. Parece relajado, satisfecho, feliz. Como un hombre grande que hubiera materializado -al fin- el sueño de su vida. La suya es la historia de un adolescente que, sin ninguna formación académica, pero con una disciplina espartana, comenzó a entrevistar a los dieciocho años a sus héroes musicales y a publicar sus artículos en revistas especializadas. Lo ha hecho en Rolling Stone, Vogue y Ruta 66. Lo hace, en la actualidad, en El País, GQ y Valencia Plaza.

“Siempre he querido escribir. Como no supe canalizar ese impulso de otra manera, comencé haciendo periodismo musical, y así me he ganado la vida. Pero llegó un momento en el que, por el oficio acumulado, empecé a escribir ficción. Cuando en 2017 publiqué mi primera novela, Lejos de todo, conseguí mi certificado de escritor”. Rafa Cervera (Valencia, 59 años) está sentado en la terraza del café Lisboa, en pleno centro de su ciudad natal, a pocos pasos de la calle donde transcurrió su infancia. En la plaza doctor Collado, a las cinco y media de la tarde, hay una mujer que fuma un cigarrillo mientras observa las fachadas de los edificios. Fija su atención en un objeto: lo guarda en su memoria.

Cuenta Rafa Cervera, que acude a la cita con pantalón corto, camiseta estampada y sus inseparables gafas de pasta, que si no hubiese comenzado a escribir en Valencia Plaza, probablemente nunca hubiera escrito una novela. Y es que las piezas que edita en esa cabecera desde 2014, además de reforzar su fe como narrador, le dieron la oportunidad (y la libertad) de abordar cualquier asunto desde la perspectiva del yo. “La subjetividad de la primera persona está prohibida en periodismo. Eso me lastró mucho en mis comienzos, pero es lo que a mí me gusta”. Por eso, en la revista valenciana, sus textos combinan el articulismo musical con el literario y la memoria con la columna de opinión.  Por eso, las tres novelas que ha publicado hasta la fecha -todas ellas en el sello independiente Jekyll&Jill- tienen una impronta personal y, en algunos casos, un calado eminentemente autobiográfico.

Explica el escritor que la trilogía que conforman los tres títulos “lleva el sello de la primera persona por dos razones: porque sentía la necesidad de decir ciertas cosas y porque me niego a desaparecer siendo un desconocido”. Las tres historias -articuladas en torno a la soledad, el deseo y el paso del tiempo- nacieron de la urgencia por dejar testimonio de lo que ha sido su vida hasta hoy. De todas ellas se siente orgulloso y satisfecho, pero ahora, “después de tres libros en cinco años -confiesa- necesito parar”. Y quiere hacerlo por un imperativo de carácter: por convicción personal. Rafa Cervera cree que la tarea de un escritor no consiste en estar continuamente expuesto en los medios, sentando cátedra en las tribunas públicas. Además, siempre se ha considerado un tipo raro que no encaja en ningún sitio: un alma heterodoxa, alguien inclasificable.

-Soy una persona que ya ha aceptado que no pertenece a ningún grupo ni lugar concreto. Y eso, hasta que lo asumes, es un lastre. Nunca he sido un periodista musical al uso, nunca he reunido las características para ser miembro legítimo de nada. Ni como crítico, ni como escritor, ni socialmente, ni sexualmente. En mi época heterosexual era un heterosexual raro; ahora, soy un homosexual raro.

De ese tipo de experiencias, precisamente, de ese tránsito genérico trata su última novela, la recién aparecida Canción para hombres grandes. Escrita durante la pandemia, en un rapto de fiebre creativa, la obra narra la historia de un hombre que, tras divorciarse de su mujer, comienza a acostarse con otros hombres para huir de la soledad y de sí mismo. Esas aventuras destaparán una pasión latente que el protagonista ignoraba: su homoerotismo. Reflexiona Cervera: “No he querido hacer un libro de género. Aquí no hay desfiles ni banderas ni bares de ambiente. He querido reivindicar la homosexualidad vivida de manera natural, encarnada en la piel de tres hombres maduros”.

Canción para hombres grandes es una novela luminosa y vitalista. Un relato de ficción lleno de reflexiones existenciales que cuestiona los límites del deseo y el amor, la fidelidad y la traición. Una historia coral que contiene abundantes dosis de ternura, una mirada poética y un evidente trasfondo moral. “No es un libro pudoroso, pero huye de los tópicos. No quería que llegase a un solo público, por eso doy voz también a la mujer”. De hecho, las escenas de sexo que aparecen en la obra, más que explícitas son elípticas. Y es que, como sucede en la buena poesía, sugerir es más eficaz que afirmar.

A pesar de ser un tema de actualidad más que recurrente, para Rafa Cervera la diversidad sexual es todavía un asunto polémico y marginal que, en general, se acepta (solo) hasta cierto punto. “Sigue habiendo mucha hipocresía y condescendencia”, afirma con rictus serio. “Falso aperturismo”, matiza, mientras apura una cerveza. Y es que la homosexualidad sigue siendo una realidad que, en determinados ámbitos, molesta. “Que aún existan personas que, por no decirles a sus familias que son gays, se hagan pasar por solteros, y sigan teniendo sexo en lugares sórdidos y no puedan brindarse una posibilidad de felicidad como el resto del mundo, debería hacernos pensar mucho como sociedad”.

Él, que conoce bien esa problemática, tuvo la valentía de contar su caso. (Lo hizo en su segunda novela). Y, consciente del valor catártico y revelador del arte, advierte: “Releyendo Canción este verano, he aprendido cosas de mí mismo que aún desconocía y que me han contado mis personajes”. La implicación emocional con ellos fue tan intensa -dice- que le resulta doloroso no seguir escribiendo sobre sus vidas. Por esa razón, quiere distanciarse de su voz y de sus creaciones, ya que considera que ha dicho “todo lo que tenía que decir”. “Si vuelvo a escribir ficción, lo haré desde otra perspectiva, pero no desde la primera persona”. No obstante, pese a no tener proyectos a corto plazo, Cervera sigue anotando ideas y pensamientos en su libreta. También citas literarias, versos de canciones y diálogos cinematográficos. Y es que las carreras de sus músicos y escritores más admirados le sirven de parámetro para dar sus propios pasos. Si su modo de expresión ha estado determinado siempre por la música (los recitados de Patti Smith, las salmodias de Lou Reed), novelistas como Rodrigo Fresán o Agustín Fernández Mallo le permiten seguir perfeccionando un oficio que comenzó a aprender en los 80 leyendo las crónicas de Oriol Llopis e Ignacio Juliá.

Pero la llave para seguir los pasos de este hombre amable y sencillo es su novela Porque ya no queda tiempo. Una suerte de memorias personales -que él literaturiza a su antojo- cifradas en torno a su dedicación al periodismo. En las páginas de este libro, dictadas con la misma pasión que siente por la música, encontramos los recuerdos de su infancia y sus orígenes familiares. También los sueños juveniles, su época de aprendizaje, los retratos de los artistas a los que ha entrevistado (Bowie, Lou Reed, Robert Quine, Madonna), así como las amistades forjadas a lo largo de los años, los viajes a Londres y a Nueva York, las despedidas. Y, sobre todo, los rasgos de su carácter: su espíritu independiente, la fidelidad escrupulosa a sus principios y a su educación sentimental. Y sus refugios: las salas de conciertos, las habitaciones de hotel, la playa de El Saler…

El Saler es la localidad situada a diez kilómetros de Valencia donde reside el autor. El Saler es el escenario donde concluyen sus últimas novelas. “Vivo en un entorno privilegiado. Desde mi terraza veo el mar y la Albufera. El espectáculo natural es tan sugerente e inspirador que apenas necesito nada más”. El Saler es un lugar en el que aparentemente no pasa nada y pasa todo, explica. Y no duda en afirmar que el hecho de llevar doce años allí, aislado del mundo, tras su marcha de Madrid, formaba parte de su destino. Las horas de recogimiento y soledad que necesita para estar consigo mismo se las brinda ese paisaje, especialmente después del verano.

Hombre disciplinado y metódico, el día a día de Rafa Cervera es rutinario: “Me levanto a las seis de la mañana, voy al gimnasio y hago ejercicio, vuelvo a casa y trabajo. Como, hago una siesta, tomo un café y escribo hasta las ocho. A esa hora desconecto, ceno y veo una serie”. Esa repetición sistemática le da paz y estabilidad; le gusta y la necesita. Sin embargo, romper con ella -cada tanto- también le agrada. La semana pasada, por ejemplo, estuvo en Oviedo en un congreso; la próxima presentará su novela -junto a Marta Sanz- en la librería Antonio Machado de Madrid. Pero volverá pronto, porque volver a casa es una epifanía para él. Y volver a casa significa esto: ver su colección de vinilos, las estanterías ordenadas con sus libros, el mar. “Esa es mi felicidad”, dice. Y concluye: “Tengo una relación muy íntima con los objetos: cuando los veo me están dando información sobre mí. Cada uno tiene su historia y está ahí por algo. Y eso me reconforta”.

 

 

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