‘Antes de que se enfríe el café’, de Toshikazu Kawaguchi

VICENT GARCÍA CAMPO.

En el café Funikuri Funikura suceden cosas…Y todas antes de que se enfríe el café. Esa es la regla principal que debe respetar cualquiera que quiera acceder a esa silla especial que te permite volver al pasado.

Y ahí está el gancho, el atractivo cebo que nos hace asomarnos a las páginas de este grupo de cuatro narraciones. ¿Quién no desearía regresar a un momento determinado del tiempo? A aquella ocasión que marcó el rumbo de tu vida. O quizás a aquel momento en que quisiste pronunciar una determinada palabra, una frase y no lo hiciste…

Todos guardamos dentro un instante que pudo ser crucial. O no. Un instante bello que deseamos recuperar y volver  a vivir.

Esta es la premisa con la que Kawaguchi, buen conocedor del interior, del alma humana, teje los mimbres de este texto teatral, reconvertido en una bella novela, que consigue a través de cuatro historias autónomas, pero al mismo tiempo sutilmente entrelazadas entre sí, conmovernos por lo profundo de las relaciones que propicia esa posibilidad de regreso a un tiempo que, en nuestra vida cotidiana, ya no existe, simplemente porque ya ha transcurrido, ha quedado atrás  y no se puede recuperar de ningún modo.

Pero esa posibilidad, la de regresar,  abre nuevas puertas, lo hace para el señor Fusagi, aquejado de Alzheimer, pero que, aunque su cerebro deteriorado lo sume demasiado tiempo en las sombras, recuerda que debe entregar un sobre con unas palabras para su esposa. O Fumiko, que  se olvidó de hacer una promesa a su novio. Y la madre que nunca verá a su hija…O quizás sí. El desencuentro de dos hermanas, hasta que el reencuentro parece imposible, a no ser que tenga lugar en el pasado.

Puertas que se abren,  que el lector atrapado en sus propias expectativas, cruza, pero que siempre conducen a otro lugar y nunca al presente, pues el presente (esa es otra de las reglas) no puede cambiar. Ese viaje al pasado no lleva a un tiempo ya vivido, aunque los actos se repitan y las personas vuelvan a encontrarse, sino que en realidad nos transporta a un espacio de nosotros mismos que no conocíamos.

Ese es el gran logro de Kawaguchi, enseñarnos que ese lugar existe y que está dentro de nosotros.

Y que eso es lo que podemos cambiar.

Antes de que se enfríe el café.

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