SOROLLA Y GALICIA, LA INDEFINICIÓN Y LA VIDA

SOROLLA Y GALICIA, LA INDEFINICIÓN Y LA VIDA

 

 

    Todavía celebramos los cien años de Sorolla. También podemos celebrar como pintó Galicia. Es un impresionista osado.  Uno que rompe la rigidez y vulgaridad del supuesto realismo. Y suelta las pinceladas en la indefinición y la vibración.

    La gente critica a menudo la indefinición. Y critica a los gallegos por ser indefinidos y guardarse cosas. Pero no hay nada en la naturaleza que sea definido, que tenga fronteras exactas, eso es un invento humano (como la idiotez artificial). Todo esconde otra cosa y todo es rico y ambiguo. Y si Sorolla es pintor de la luz también es pintor de la sombra. Y es pintor de Valencia, pero también es pintor de Galicia.

   Se sabe que estuvo en Vilagarcía de Arousa en 1915. Eso ya se sabe, no voy a descubrir el mediterráneo. No hago un artículo periodístico ni académico. Hago un artículo literario, vivo y recreo la vida.

   Sorolla pintó una Galicia con vida y vibración, no acartonada y turística. Como él sabía. A Valle Inclán no le gustaba su pintura ni como veía Galicia. Él quería algo más dramático, más místico. Pero los dos coinciden en superar la vulgaridad del realismo, pintan Galicia con toques sueltos y libres, con mirada dinámica.

   En “Tipo gallego” presenta a una gallega con traje típico, pero con mirada llena de vida que se vuelve hacia un lado. El traje típico no la encierra sino que la suelta delante de una vegetación algo misteriosa de matices verdes. Está casi flotando en un marco incierto con una sonrisa íntima de campesina.

   En “Las olas” hay un torero solitario que lidia con el mar. Puede ser la osadía del gallego que siempre ha vivido volcado hacia el mar. El mar es su saudade y su intimismo. Ese torero es como la muchacha solitaria del poeta medieval Meendiño que esperaba a su amado que no venía y las olas la aislaban cada vez más. Y es un motivo que no tiene nada de tópico y muestra una mirada independiente de Sorolla. También fue eso su impresionismo, atender a instantes libres i irrepetibles, que no podría fabricar ningún algoritmo. Sorolla con eso nos rescata y rescata Galicia. Que no es de los nacionalistas ni de los turistas.

   En “Las lavanderas” las mujeres son sombras movidas que lavan junto al mar. Eso también es Sorolla, mostrar el movimiento y lo que no cabe en fórmulas. Ni en la idiotez artificial. Es la saudade gallega de moverse en la sombra y el misterio, esperando una agitación misteriosa permanente, incluso en la sombra y el más allá. Y en el mar.

   El cuadro gallego más famoso de Sorolla es “La romería”. Tampoco en él hay   encajonamiento turístico, vulgaridad realista. Los árboles de una fiesta en el campo se mueven, los verdes salvajes se mueven. Los gaiteros se mueven en la sombra y sugieren una vitalidad íntima en sombra. El mar es un trocito de azul muy intenso a lo lejos, que por ser visto desde la sombra resulta más vivo e íntimo.

    Y en “Los pinos” parece que fuera Proust captando los pinos junto al mar en Normandía. Les ve su temblor en sombra, ve el mar detrás de ellos como un sueño sutil de verano. Las sombras de los pinos delgados se mueven por el suelo vivo y cuentan historias. No, Sorolla no captó una Galicia convencional. La vio en su vida y en su encantamiento.

 

ANTONIO COSTA GÓMEZ

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *