“Dejadme salir, dejadme entrar”, de Elise Cowen

Por Alberto García-Teresa.

La editorial Torremozas continúa su imprescindible labor de visibilización de mujeres poetas con la publicación de la obra de la estadounidense Elise Cowen (1933-1962). Se trata de una poeta ahogada por la invisibilización de género, por una parte, especialmente en su época, por el peso de haber sido pareja de Allen Ginsberg y, también, por el propio mito de la escritura suicida con enfermedad mental.

Dejadme salir, dejadme entrar recoge, en edición bilingüe, el trabajo de la década de escritura que dejó Cowen: 91 poemas únicamente, ninguno publicado en vida. El volumen se abre con un excelente y extenso estudio de Isabel Castelao-Gómez (de quien hay que resaltar, a su vez, su libro Female Beatness: Mujeres, género y poesía de la Generación Beat). Ella es también la traductora del libro y, además, anota profusamente los poemas, con lo que culmina, así, un cuidadísimo trabajo de edición. Ofrecen estas notas tanto apuntes de traducción como meritorias líneas de interpretación de los textos.

Isabel Castelao-Gómez ha optado por organizar el libro en torno a ejes temáticos o ideológicos y no por un orden cronológico, lo que dota de mayor organicidad al conjunto. El primero se centra en la crítica y expresión de la opresión, de la exclusión, donde adquiere un papel destacado la denuncia del control social y los prejuicios alrededor de los trastornos mentales. Seguidamente, “Cucarachas, bulbos y polillas” nos conduce a otro de los ejes, para Castelao-Gómez, de su obra: las referencias a insectos y plantas domésticas. La autora plasma su admiración por estos elementos porque resisten a pesar de su pequeño tamaño, a pesar del desprecio que sufren por parte del mayor depredador del planeta (el ser humano). Cowen realiza una dignificación de esos seres minúsculos y, con ello, de todo lo repudiado socialmente. En esas páginas destaca, sobre todo, la compasión. En concreto, los poemas a los animales están llenos de gratitud y admiración. Finalmente, el último bloque del volumen está dedicado al amor.

La plasticidad de las imágenes de Cowen se corresponde con un acercamiento eminentemente visual a la realidad. Por otra parte, se debe subrayar el aliento místico que mueve algunos de sus textos, aunque están orientados con una desacralización que diviniza, elevando, todo lo que la rodea (“querido Dios de los árboles de la Quinta Avenida”). Se recoge, así, la idea de comunión (o disolución, incluso) del “yo” con el entorno, con el resto de seres (ahí resuena, por supuesto, el budismo). También transmite la poeta una atmósfera de misterio en algunas piezas, que empujan al lector a adentrarse en un proceso de recepción trascendente.

A su vez, la angustia y la incompresión, quizá incluso el aislamiento, provocadas o relacionadas con la enfermedad mental centran varios poemas del libro. Probablemente ese sea el origen de la continua presencia de la muerte en los versos; la propia (Cowen terminó suicidándose) como la de otros. En esas piezas, la voz se mueve entre la serenidad y el desasosiego, y, en cualquier caso, apabullan por su rotunidad trágica. Cowen, así, ofrece un camino poético truncado pero interesante, hasta ahora injustamente orillado.

Dejadme salir, dejadme entrar
Elise Cowen
Traducción de Isabel Castelao-Gómez
218 páginas
Torremozas, 2023

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