“Scrapper”: El juego de la adultez

Por Judith Mata.

Aftersun (Charlotte Wells, Inglaterra, 2022) fue la historia sobre padre e hija que nos conmovió el pasado año y, hoy, es el turno de Scrapper (Charlotte Regan, Inglaterra, 2023). Aunque ambas son, dentro de las bases del género, casi dos polos opuestos. Esta vez, el humor se combina con el drama, que nunca deja de estar presente y que, a través de las situaciones, la directora deja claro su mensaje. La influencia que ejerce una persona sobre la otra es abismal, tanto su presencia como su ausencia.

La película transporta al espectador al mundo de Georgie. Una combinación de mundo infantil (las casas de colores, las arañas como mascotas toman vida y la vida representada como un juego) y la adultez (crecer de repente por falta de una figura paternal). La historia toma una estética al estilo de Wes Anderson (en cuya filmografía todos los adultos son niños y viceversa), el uso del ojo de pez como visión deformada de la realidad, los colores y los planos teatralizados, incluso en ocasiones, rompiendo la cuarta pared. La directora deja claro que nos cuenta una situación real a través de una historia completamente ficticia, un cuento, pero tan patente como la vida misma. Pero, a la vez, de repente, el mundo infantil se esfuma cuando la pequeña Georgie se pelea con la niña popular de clase (a través de un montaje excelente). Todo lo que se ha contado antes como una fábula toma consciencia, los sentimientos, las emociones y el sufrimiento es real. Y no es bonito.

La pequeña Lola Campbell se lleva todo el peso del film y consigue que la historia fluya. A través de ella, de sus expresiones y de su (esperada) sonrisa, guía al espectador por ese viaje emocional de perder a una madre y, casi de inmediato, conocer a un padre ausente. Las imágenes hablan por sí solas, metáforas como las del cohete y esa creencia infantil están patentes durante toda la historia. De la misma manera, bailar con su padre en un descampado o dejar atrás la valla que los separa a ambos y abrazarse donde no hay ni puerta física que pueda cerrarse basta para contar el relato. Si bien es cierto, hay ocasiones en que la música resulta un poco redundante. Por ejemplo, el piano es innecesario cuando ella escucha el mensaje de voz de su madre. A pesar de ello, Scrapper sabe lo que quiere y lo consigue. Cómica y a la vez dramática, ficticia, pero real. Una historia entrañable, triste, pero que deja con un buen sabor de boca.

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