Del fanatismo y otras dudas

 

Los locos son los más fuertes, por la sencilla razón de que un loco siempre será capaz de llegar a más durante más tiempo y con más ahínco. De ahí la fortaleza de un fanático. Tan fuerte como para ser cruel. No en vano de todo fanatismo se sigue inhumanidad.

 

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El fanatismo es la cara ideológica de la terquedad. Por tanto, el tipo de ideología que  abrace, religiosa o política, será puramente ocasional, según modas, corrientes ideológicas u ocasiones. Son caras de la misma moneda y cabos del mismo nudo.

 

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En esto, voy a referirme a unos hechos que mi abuela y mi madre me contaban.  Me decían que, durante la Segunda República, en las procesiones religiosas que mi pueblo celebraba, se proferían estallidos de júbilo del siguiente tenor:

 

―¡Viva el Cristo de la Misericordia! ―gritaba alguien a la imagen venerada.

―¡Vivaaa! ―coreaba la multitud enardecida.

―¡Viva el Comunismo Libertario! ―gritaba alguien más.

―¡Vivaaa! ―coreaba la misma multitud enardecida.

 

Y digo yo, ¡ésta sí que es convivencia de culturas y hasta alianza de civilizaciones…! Es más, estoy convencido de que al mismo Cristo de la Misericordia, que los oía, le gustaba el asunto, pues ¿por qué no habría de ser compatible la práctica del Comunismo Libertario con la devoción al Cristo de la Misericordia…? En todo caso, serían incompatibles sólo las teorías del Anarquismo y del Catolicismo, no las vidas de los hombres.

 

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Desde mi más tierna madurez logré prevenirme contra el mundo; por ello, encuentro algo de razón en el fanatismo y algo de sinrazón en la tolerancia, un poco de verdad en el optimismo y un poco de verdad en el pesimismo… Eclecticismo.

 

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El fanático entiende tus argumentos, pero no llega a tenerlos en cuenta como elemento a incorporar en su criterio: cuando te oye sólo está pensando en qué argumentos puede él sacar de su ideología para contrarrestar los tuyos. No los asimila e integra en la estructura de su weltanschauung, no se empapa de ellos: tiene el impermeable puesto. Así, sus réplicas hacen la función de unas toallitas que trataran de limpiar las gotas que le van cayendo.

 

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Quizás los extremismos en la sociedad y las exageraciones en el ámbito intelectual tienen tal vez la misma función que las vitaminas en el organismo: catalizar y dinamizar. Así que considero, a pesar de todo, que el fanatismo y sus ideologías son buenas como estimulantes en una sociedad… Sólo que hay que evitar que el fanático vaya más allá de la palabra.

 

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El problema de un fanático es que encima tiene una lógica loca (¿o tal vez porque tiene una lógica loca es un fanático?). De modo que competir con un loco tiene dos inconvenientes: primero, que es imposible porque uno no está loco y, por tanto, no llega a ponerse en la lógica loca del loco, ni podría sostenerla con la constancia, perseverancia y locura del loco; y segundo, porque supone aceptar las reglas de juego del loco, es decir, aceptar ponerse en su terreno.

 

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“La duda es una prueba de modestia, y generalmente no detiene el progreso científico, pero sí lo detiene la incredulidad” (Amiel). Pero todavía más el que cree demasiado, el fanático.

 

 

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