“Estancia de la plenitud”, de Fermín Herrero

TENER AL DESPRENDERSE

Por Luis Ramos De la Torre.

Dada la importancia que la lectura de John Berger siempre ha tenido para Fermín Herrero, no puedo comenzar este texto de análisis sobre su poesía sin coincidir con el gran pintor y poeta inglés cuando sobre la escritura afirma que: “El acto de escribir no es más que el acto de aproximarse a la experiencia sobre la que se escribe; por eso, se espera que el acto de leer el texto escrito sea otro acto de aproximación parecido”.

Así pues, en este intento de lectura, en este acto de aproximación a los poemas de Estancia de la plenitud (Pre-Textos, 2023), el último libro de este poeta soriano, y del mismo modo que ocurre en Heidegger cuando entiende que la tarea fundamental de la filosofía es encontrar el Weg, el camino; ese camino necesario, que tal vez también para Fermín Herrero, conduzca hasta el Lichtung, hasta el cristal claro cuyo propio espacio, abierto a la luz y la visión, pueda ser la cosa más sorprendente de la existencia, esto es, la condición misma del Ser, pero vista como apertura a todo lo que está presente y ausente; en este sentido, la Poesía para nuestro autor viene a ser algo así como la búsqueda o el encuentro con el camino o el lugar en el que poder leer y buscar las palabras que le faltan en ese momento para encontrar o recuperar la luz salvadora que le llega desde el canto: “Han de quedar estas palabras / que ven pasar el tiempo, sin ser, serán, /al afirmarse para mí, para nadie.”. De ahí, y como en alguna ocasión el propio poeta ha asegurado, la Poesía tiene que encontrar esas palabras necesarias por las que se pregunta el poeta, para poder nombrar, es decir, para poder seguir oficiando su misterio: “Las preguntas / me aíslan y no gano en lucidez. / A lo que llego, aunque no sea propio, / me da entusiasmo, y es bastante”.

Un nombrar que se reitera de manera continua y necesaria en este estupendo libro Estancia de la plenitud, pero en esta ocasión, este nombrar del poeta, está rigurosamente medido, cuidado y limpio, sin añagazas, y va a estar centrado en un lugar, o en la conjunción y el encuentro de diferentes lugares tan esenciales para el poeta, quien de la mano del filósofo Giorgio Agamben los va a definir como “estancias”, como una “morada capaz y receptáculo” esencial de la Poesía. Es interesante, por ello, volver a recordar al gran John Berger cuando sobre este aspecto explica: “Un lugar es más que una zona. Un lugar está alrededor de algo. Un lugar es la extensión de una presencia o la consecuencia de una acción. Un lugar es lo opuesto a un espacio vacío. Un lugar es donde sucede o ha sucedido algo”. Desde esta cercanía, no es de extrañar que nuestro poeta escriba: “Estoy sentado en mi sillar / de piedra de Las Peñas. Aquí el silencio / se ocupa de mi soledad, / yo no lo espero pues está / para siempre. Junto al lugar / que me clarece aun antes de venir.”

Así, los poemas de Estancia de la plenitud, como tantos otros de nuestro autor, serán el resultado de un estar y un encontrarse en un lugar en el que, no suele suceder que le llame la atención algo antes de que haya percibido en él y con anterioridad algún acontecimiento de un tipo u otro, algún acontecimiento relevante para él: “Qué lentas son las tardes, como cuando / de crío, en el verano, se remansaba / el tiempo”. Acontecimiento que atrae su atención hacia ese lugar, y entonces, casi simultáneamente, la conciencia de éste y el estar allí, otorga al poeta una significación especial ante ese acontecimiento que le lleva a escribir sobre ello, bien sea el monte, un paisaje a cielo abierto, la sierra, o cualquier lugar necesario para el sentir del poeta.

Todo esto ocurre en la poesía de Fermín Herrero, tanto en los paisajes ya vividos como en la naturaleza que de nuevo se le presenta como algo reciente y vivo que intenta atrapar siempre desde el amor y a través de los versos de este libro esencial. Y digo libro de amor esencial, y no pleno, por no cruzarme con el concepto que aparece en el magnífico título que lo define desde el principio, donde el poeta, desde esa decisión primigenia al lado de Hölderlin, y destacando la importancia del instante, escribe: “Hasta del tiempo hago / una celebración, lo hago instante, / me sobrecoge”; instante que nos acerca a lo divino desde la poesía, y que lucha contra el desarraigo, contra el desamparo y el olvido: “Con el viento / que sacude la higuera viene / lo primordial: es el olvido, un olvido / que desordena el tiempo. Contra el azul / del cielo no me queda más recuerdo / que la celebración del mundo, su fervor. / La tierra, que es hondura, nos resume.”

Desde el principio de este libro, y con esa forma de mirar clara y distinta del poeta, la lectura de sus poemas me ha venido recordando las reflexiones y el modo de mirar del querido pintor zamorano José María Mezquita Gullón siempre preocupado, como Fermín Herrero, por la búsqueda de la luz primera, de los paisajes iniciales que desde la mirada inocente y pura del niño que observa, han ido conformando la cosmovisión de ese pintor y de este poeta siempre atentos y lúcidos en busca y a la caza de esa luz abrigadora y propiciadora del arraigo necesario con la tierra y con el paisaje, siempre desde el amor y la emoción implicados con la naturaleza y contra la desolación y el abandono, tal y como podemos leer en los siguientes versos tan cercanos al eterno Claudio Rodríguez: “Qué más puedo / pedir: no he estado nunca solo / como la sierra, como el tiempo. / Ya de buena mañana, en el lugar / del júbilo me tumbo y pego a tierra / el oído, tan vuelo voy, y ensimismado, / que necesito páramo y enrasarme.”

Por ello, y desde aquí, no es de extrañar y es importante destacar la preocupación del poeta por encontrar un título para este libro no sólo adecuado para su ofrecimiento, para su darse limpio de amor y entrega: “Amor: reconocer. La búsqueda. / Gozar al despojarse. Y aceptar / el cobijo. Y acoger. Darse.”; sino también para aparecer como una especie de guía de lectura para el lector, tal y como se revela en los epígrafes iniciales elegidos que de forma especial complementan el título, tanto el de Giorgio Agamben referido al concepto “estancia”, como el de Hölderlin en torno a la “plenitud”.

En este sentido, vemos que la naturaleza vuelve a aparecer en este libro como una intención derivada de lo que el pueblo siente, como un trasfondo alentador que ayuda a la salvación de lo que el poeta vive y le emociona a través de su mirada y de los poemas resultantes. Ese trasfondo es una clave necesaria surgida de la importancia y la presencia de la soledad y del silencio, de la palabra y del canto como revelación salvadora; así en cierto momento leemos: “Ahora, junto a los girasoles, / me gustaría avecindarme a una delgada / transparencia que no fuese tan fría, / que de mí mismo me salvase”.

Otra de las claves fundamentales que acompañan los versos de Fermín Herrero, como una reivindicación y un complemento necesario a su peculiar modo de decir, es la utilización de forma estratégica de palabras sencillas y del pueblo, actualmente en desuso; y esto es así, porque en su decisiva depuración del lenguaje entiende que la poesía consiste en lograr que “una palabra desnuda sea capaz de decir mucho lejos del artificio”. Así ocurre con términos como chíar, bullanguero, caedizo, regañón, manadero, derechura, cabrillea, revolar, ventisquero, charleta…Expresiones que le llegan desde su infancia rural en el pueblo donde nació y de la gran sonoridad poética que esos términos siempre tuvieron. Por eso no es raro que escriba: “Medito / sobre lo excelso: en cuanto ven, los niños / miran hacia la claridad, miran hacia / arriba, a lo que eleva, siguen / una cuerda de luz que se van / guardando. Adónde lleva / no lo diré, de qué me serviría.”

En este estupendo libro formado por treinta poemas certeros y contundentes en todos los sentidos, queda patente la necesidad de buscar la humildad que para el poeta es necesaria y esencial, pues como en alguna ocasión ha dicho: “la humildad, aunque sea falsa, ya vale en un poeta, el propio hecho de escribir poesía es una temeridad, porque intenta reproducir la creación”. Desde ahí, como una declaración de principios y ya en el primer poema del libro leemos: “Este es un canto de alabanza / ya que no puede serlo de humidad / por culpa del que, en vez de limitarse / a la mirada, escribe cuanto ve, / lo que piensa que ve, lo que pretende / ver, aunque nada vea”

Si pensáramos en tres conceptos fundamentales que aparecen en estos poemas, en este canto cuya pretensión es la búsqueda de lo perdido y de la palabra salvadora, de la “esencia de la plenitud”, tendríamos que considerar la importancia que sin duda tienen la soledad, el silencio y lo interior, el “adentro”, como ejes raigales de la autenticidad de estos versos; así leemos: “En el silencio, lleno. Ningún ruido / me afecta ya cualquier deseo / atajo fácilmente, nada me pasma”. Versos que coinciden con las apreciaciones del filósofo Josep Maria Esquirol, cuando al referirse al vacío y al ruido que nos circundan, aclara: “el vacío y el ruido acosan obstinadamente la alianza que desde el comienzo han mantenido silencio, palabra y canto”. Así, no resulta raro poder leer en los versos de Fermín Herrero: “Para encontrar / lo que perdí, ni dicha ni miseria, / el cántico, la gratitud / del corazón. Con qué secreto / aquieta el ánimo, me llena/ […] / y no hay mundo ni muerte, / y no ha de haber vacío sin su plenitud.”

Respecto de la soledad, a la que antes me refería y su relación con el “adentro”, cabe decir que va a ser una soledad caminada entre los diferentes paisajes o la naturaleza, enriquecedora, meditativa y andariega que recuerda a tantos autores esenciales a quienes en algunos momentos nombra con admiración: Robert Walser, María Zambrano, Fray Luis, Li Bai, Thoreau, Steiner y otros grandes solitarios camineros: “Aquí la misma soledad, / si bien helada. Es un cierzo legítimo, / pelado, criminal. Andando voy / por el puerto, lo llevo de cara, / pero no puede con mi gozo radiante.” Gozo que siempre es callado e interior, y que completa la búsqueda del poeta, así sigue el poema: “El cierzo, por la sierra, monologa; / oscuros los caminos. No me arrebatará / el goce, que por dentro voy”. Adentro fundamental para lograr el camino hacia la plenitud y versos que más adelante y en otro poema se complementan con: “Un temblorcillo en el estanque, casi / imperceptible, lo de adentro. Mientras voy”.

Esta conjunción, este cruce de conceptos, a la hora de confrontar la experiencia del poeta con la naturaleza, y que aparecen de forma tan reveladora en los poemas siempre sinceros de nuestro autor, coinciden con las palabras de John Berger cuando recuerda: “En realidad, el paisaje no tiene otro epicentro que el silencio. Ni otro punto de referencia que el silencio. Es la soledad que vas dejando a tus espaldas en tanto que avanzas en pos…de otra soledad”. Soledad necesaria, autentica y sincera que en Fermín Herrero aclara su cosmovisión entregada y que aparece definida en los versos: “Aquí la soledad / es un estado, porque es lo sustantivo. / Mira que a todos defraudé / al defraudarme a mí mismo, / bien lo sé. Y sin embargo, de cuando / en cuando, estuve como dentro del tiempo, / estuve solo, con mis melancolías, / en el nombrar”.

Estamos junto a un autor, Fermín Herrero, que nos deslumbra con sus poemas desde su autenticidad, su sinceridad y su claridad, siempre preocupado, en vilo y entre la duda de que su canto vertido desde el interior hacia la vida, nos pueda llegar a los lectores como a él le llega, le perturba y le aviva; así leemos: “Es un arder / sin rastro. No lo sigas, no lo sigas / al filo de la soledad, en el extremo / del silencio, ni en el clamor de la espera / ni en la victoria sobre el tiempo. / Es sentirse vivir, es lo que llena.”

Y es este vivir, esta entrega, lo que define el camino y lo que, desde estos conceptos que venimos comentando, preocupa al poeta al ofrecerse, al darse al otro, en este caso al lector: “Llevar al otro siempre, siempre. Y nunca: no adueñarse, ni obligar. / Comprender el silencio, comprender / la soledad del que nos vive. / […] Amor / tener al desprenderse.”

Pocas veces la poesía se nos muestra tan cercana, sencilla y salvadora como en esta ESTANCIA DE LA PLENITUD de Fermín Herrero.

Salud.

Zamora 23 diciembre 2023

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