“A fuego lento”: el dulce sabor del trabajo exquisito
Por Judith Mata.
Las cosas toman tiempo, y el arte, aún más. A fuego lento se postula como un triángulo equilátero entre poesía, cine y cocina. La candidata para Francia en esta edición de los Óscar deslumbra por su parsimonia, su mise en scène (ya ganó esta categoría en Cannes) y por su silencio. Un plato, al igual que una película, toma su tiempo en hacerse y, los buenos, aún más. Así lo deja claro su director Ahn Hung Tran en la primera escena. Lo que para unos ha sido una comida más, en la cocina, junto al espectador, las cocineras han puesto todo su esfuerzo, con el tiempo que toma, en conseguir el mejor sabor. Depende ya del comensal si es de su gusto o no.
La trama, simple, es una reiteración de este concepto que al ser humano le cuesta tanto interiorizar. En el primer acto se plantea toda la película, el resto, se cuece poco a poco. Largas secuencias con pocos cortes y el silencio de fondo – sólo hay música en el momento que urge marcar una línea – construyen el film, que así lo precisa. El espectador se toma el mismo tiempo que necesita Juliette Binoche para saborear lo que será el plato más importante de su cocinero. El tiempo se convierte en el elemento más importante de la película y con él la paciencia de emplearlo. A la espera de lo inevitable, esa dilatación se convierte en un privilegio. La historia podría haberse contado en 90 minutos, sin embargo, esa templanza por hacer las cosas bien logra cocer un exquisito banquete cinematográfico.
Hay que añadir a esto la simplicidad. Todos los recursos al servicio de la película contribuyen a la trama. La cocina como espacio físico se convierte en una protagonista sabia que conoce todo de los personajes. La dirección de fotografía rehúye la claustrofobia de un espacio cerrado con los grandes ventanales y la luz del atardecer que también cuenta más que las palabras. Con ello, el diálogo se funde con la imagen para crear la poesía entre ambos protagonistas. Éugenie dice que él no es un poeta, sin embargo, ella es la musa de su arte como lo dice esa pera representando su desnudo. El organigrama de ingredientes juega con un perfecto equilibrio que demuestran la calidad del trabajo hecho a fuego lento.