“Vals con Bashir”: El camino hacia la memoria colectiva

Por Paco Martínez-Abarca.

Vals con Bashir (Ari Folman, 2008) nos propone un acercamiento a la guerra novedoso. Quizás la importancia que tiene esta película (un éxito de la crítica en su estreno) radica en la propuesta prácticamente inédita de narrar con la animación un documental: la masacre de Sabra y Shatila por la Falange Libanesa, en la que murieron unos 3000 refugiados palestinos, y donde el ejército de Israel fue testigo directo. 

El director Ari Folman (Israel, 1962) realiza una película muy crítica con la actitud de Israel, unas veces pasiva y otras, invasora. Resulta imposible no relacionar estos hechos con nuestro presente más inmediato. La atrocidad de la Guerra del Líbano encuentra un reflejo en la invasión de Gaza por parte de Israel. Ambas injusticias indescriptibles destacan la poca humanidad del ejército a la hora de tratar con el pueblo Palestino. Quizás esta aversión de las tropas y sus consecuencias sea el factor determinante por el que su protagonista, un ex soldado israelí (el propio Folman) que fue testigo del genocidio de la Falange Libanesa, no conserva prácticamente ningún recuerdo de aquellos días de guerra. Tan solo permanece en su mente una imagen, prácticamente abstracta que en el fondo sintetiza la deriva de los soldados, el desamparo e incluso la locura.

Han pasado 25 años desde aquella masacre, tiempo suficiente para que Israel pueda considerar estos hechos de otra época. Esto puede justificar el hecho de que hasta este momento Ari Folman no se haya planteado volver a recordar lo que sucedió. El tiempo y la distancia con los acontecimientos son un elemento clave en la película que facilitan la distorsión de los numerosos recuerdos evocados por los ex soldados y compañeros de Folman. Pero, ¿por qué elegir la animación para narrar esta historia? La respuesta, difusa y escurridiza, puede estar precisamente en que todo recuerdo se deforma con el paso de las décadas. Las líneas se desdibujan, unos hechos se olvidan y otros se inventan. El mundo se distorsiona y formamos realidades alternativas. Un terreno que es caldo de cultivo para la técnica animada. No es casualidad que el mundo que representa Vals con Bashir (tanto pasado como presente) está imbuido de una atmósfera oscura y decadente, muy propia del cine negro. La oscuridad y los tonos terrosos evocan la destrucción y la masacre. El recuerdo latente que Folman quiere evocar está presente en realidad en cada imagen de la película gracias a la animación.

Otra de las razones por las que es posible que el director se haya decantado por la animación puede ser la desaparición de los recuerdos por el trauma generado durante la guerra. La imagen animada entraría en juego para poder representar aquellas imágenes que los personajes no se atreven a evocar con nitidez. La representación suave y sencilla de esos recuerdos crea una distancia de seguridad con los hechos reales. Podemos relacionar la inexpresividad de los gestos en las animaciones con la mirada de las mil yardas, término que se acuña cuando los soldados vuelven traumatizados de la guerra. Este trauma del olvido es aquello contra lo que lucha Ari Folman en Vals con Bashir. Como una forma de hacer la justicia que nunca llegó por parte de las administraciones, él se propone recordar a las víctimas y evocar aquellas imágenes que una vez vio pero que desde entonces abandonó. La representación de la barbarie (de la que bebe de películas como Apocalypse Now) está muy presente en los recuerdos de los personajes. El flujo de los recuerdos de otros y la anticipación de la masacre, construyen lentamente un laberinto de hechos que finalmente acaban por desembocar en la escena final. Crea un diálogo entre el mundo real y el mundo de los recuerdos (representado por la imagen filmada y la animación, respectivamente) que destapa el realismo de los horrores de la guerra, a la vez que celebra encontrar por fin esa memoria perdida en la mente de Folman: se suceden imágenes de una crudeza inmensa, rodeadas primero de gritos y luego de silencio.

El plano final, que muestra en detalle un niño sepultado parcialmente por escombros, es un recuerdo que antes de haber sido evocado por Ari Folman, también ha sido recordado por otro de sus compañeros. Esto plantea la cuestión de cuánto de los recuerdos, esos de los que estamos tan seguros, son reales o nos pertenecen y cuántos son imaginados. La propia película expone un ensayo científico que demuestra que ni siquiera podemos fiarnos completamente de los recuerdos. Las imágenes se comparten entre soldados, construyendo un recuerdo común, que representa la memoria colectiva que debemos mantener para que no sean impunes estos crímenes de guerra.

3 thoughts on ““Vals con Bashir”: El camino hacia la memoria colectiva

  • el 31 enero, 2024 a las 1:04 pm
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    me parece muy interesante la justificación de elegir la animación y la relación con la memoria. Muy interesante recordar esta película en este momento
    Particularmente, me encanta la animación, y como esta no la he visto, voy a buscarla.
    Gracias, qué bien escrito!!

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    • el 31 enero, 2024 a las 6:18 pm
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      Un momento excelente y muy oportuno para buscar esta película. Buena reflexión sobre la fragilidad de la memoria, el olvido, y sobre la pérdida y construcción de los recuerdos.
      La animación supone un territorio para lo simbolico menos exigente con la literalidad, y permite ,si esa es la intención ,menos morbo y crueldad con el dolor de las víctimas.

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  • el 1 febrero, 2024 a las 9:29 am
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