“En mitad de tanto fuego”, poema escénico en torno al amor y la guerra

Horacio Otheguy Riveira.

El poeta torna dinámica teatral la remembranza de un muerto que continúa enamorado. Fue su mejor amigo desde temprana edad, su amante fabuloso con el tiempo. Comienza diciendo “No hablaré de la Guerra de Troya”, pero lo hace y pronto descubrimos que estamos dentro del pasado mitológico porque él es Patroclo y permanece entre tinieblas recordando con amor infinito por Aquiles, a quien rogó, en vano, que abandonara la barbarie y se dedicara a disfrutar de su felicidad. Desde el otro lado de la vida, recuerda, ama, añora y confirma un odio absoluto por cuanto le arrebataron salvajemente: “No hay mayor monstruo que un héroe de guerra”.

Mientras circulan las palabras en apología de la dicha y su desgracia en medio de la guerra, el poema resulta conmovedor, y trasciende el clásico conflicto de la felicidad de los enamorados destruida por una violencia ajena, las guerras del pasado mítico o las que ahora mismo se continúa atropellando con saña a la gente que no porta más arma que la de existir… un mal siniestro cuando lo que los bárbaros —se llamen como se llamen— quieren es todo su territorio eliminando a la mayor cantidad de gente que interfiera.

Texto profundo en su dimensión poética, así como monólogo dramático, pero superficial y anodino en el testimonio pacifista, incapaz de considerar las justas guerras contra los imperios que avasallan, esos “héroes de guerra”, tantas veces anónimos, que han luchado —y continúan haciéndolo— para expulsar a la terrible soldadesca dirigida por generales en sus poltronas, bien alimentados por quienes lucran con el gran negocio de cualquier conflicto armado.

En mitad de tanto fuego, de Alberto Conejero, une grandeza lírica con banal mensaje pacifista.

El director Xavier Albertí (de quien recientemente aplaudí por El cuerpo más bonito…) logra plasmar unidad estética con la austeridad que reclama el texto, acompañándose de un diseño de iluminación muy logrado, aportando calidez a la inmensa soledad del actor: Rubén Eguía en una difícil transgresión, solo en escena, mirando a los ojos de los espectadores, encarnando a un muerto desdichado y a la vez feliz de poder confesar su desamparo. Especialmente loable su labor al recordarle desnudo en el papel de Adán en su anterior función, Paraíso perdido, En definitiva, un trabajo de gran riqueza, guiado por Albertí con la maestría que le caracteriza.

 

 

Desamparo del amor perdido, acosado por batallas ridículas si no fueran feroces a lo largo de los años…

 

Muy lograda creación actoral en una puesta en escena que logra un notable espectáculo audiovisual con un texto que pierde profundidad de campo al dar un superficial testimonio pacifista.

 

Autor: Alberto Conejero

Director: Xavier Albertí
Reparto: Rubén Eguía

Ayudante de dirección: Adrián Novella
Comunicación: Lemon Press
Distribución: Fran Ávila
Diseño de iluminación: Xavier Albertí y Toni Ubach
Producción: Miramedia y Festival Grec
Producción ejecutiva: Miramedia
Coordinación producción: Elena Martínez y Roser Soler

TEATRO DEL BARRIO

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