‘Fragmentos del mapa del tesoro’, de Leticia Sánchez Ruiz

HÉCTOR PEÑA MANTEROLA.

No es habitual que reseñe ensayos. Me gustan, los compro y los leo. Intento digerirlos, si eso. Pero por norma general la lectura de textos de no ficción obedece a una de estas motivaciones: la documental, es decir, necesito documentarme para escribir una obra propia; o el hambre espiritual, la cual suelo saciar con biografías/manuales/x de escritura de otros autores (o autoras). Como diría Augusto Monterroso, en busca de un espejo que refleje mis males en otro rostro.

Claro que él, con su prosa, lo hubiera escrito mejor. Y es de Augusto Monterroso de quien trata este libro, una de las grandes voces de la literatura latinoamericana que nos abandonó a inicios de siglo. Fragmentos del mapa del tesoro: La biblioteca personal de Augusto Monterroso es uno de esos libros espejo. La autora, Leticia Sánchez Ruiz (Oviedo, 1980), realiza un recorrido a través de la gran biblioteca del autor guatemalteco, donada a la Universidad de Oviedo. Puede visitarse en la Sala Augusto Monterroso, en la primera planta de la Biblioteca de Humanidades del Campus de El Milán.

Pero ¿qué puede tener una obra de no ficción que orbita y se sumerge en la biblioteca personal de un autor, para captar tanto el interés de lectores a los que Monterroso puede no serles afines, o el tema tratado pasarles por la tangente? Empezaré reconociendo mi ignorancia en público: de Monterroso solo he leído algunos cuentos, entre ellos el celebérrimo El dinosaurio, el cual me he apropiado de forma indebida en varias ocasiones. Ya sabéis; yo fui el niño de los dinosaurios. En mi microcosmos personal me costaba situarle en el Edén latinoamericano del siglo xx junto a Márquez o Cortázar. Fallo mío.

Como bibliófilo, nada más adentrarme en la lectura (es sumamente breve, poco más de 150 páginas, con una ligereza que invita a no despegar los ojos de la tinta), me atrapó un hermanado sentimiento de culpable compañerismo. Este señor, Augusto Monterroso, se iba de librerías de viejo como quienes se van al Primark a darse un caprichín cuando la realidad les abruma. Esto se traduce, cómo no, en múltiples ediciones de las mismas obras, lo cual la mayoría de la gente es incapaz de comprender: ocupan un «espacio inútil», el texto interior es el mismo…

Pensé que mi delirio rozaba la enfermedad. Yo soy de esos. Es más, ayer, mientras terminaba la lectura (este ayer fue el 26/03/24), encargué la edición cincuenta aniversario de Carrie a pesar de tener ya un par de ejemplares de la novela. La semana pasada, me llevé a casa la tercera de Parque Jurásico y El mundo perdido. Y dejé reservada a un amigo la cuarta de It. Libros que no hubieran encontrado su haber en la biblioteca de Monterroso, pero que, en la esencia, al retirar el envoltorio mundano, revelan una misma tendencia que creo que han seguido la mayoría de escritores de corazón. Claro que a un servidor el título le queda grande todavía.

Analizando la biblioteca de Monterroso podemos aprender mucho más sobre él. La forma en que trataba los libros (marcas, subrayados…), sus autores predilectos, aquellos que le dedicaron sus obras… Profundizar aquí sería resumir el libro, y ahí radica la dificultad de reseñar un ensayo: en incidir con un bisturí en su contenido sin provocar una hemorragia letal.

Estos fragmentos hechos libro llegaron a mí por casualidad, y es algo que siempre agradeceré enormemente. El solitario camino de la escritura está repleto de depresivos recovecos donde impera la soledad, que es más llevadera cuando uno puede compartirla con los grandes y recordarse, aunque le duela, que también eran humanos.

Fragmentos del mapa del tesoro: La biblioteca personal de Augusto Monterroso fue publicado en febrero de 2024 por Editorial Pez de Plata.

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