“Puzles líquidos”, de Trinidad Gan

Por Marina Tapia.

MUJER SIN PARAGUAS

Puzles líquidos, de Trinidad Gan, editado con una factura cuidada y colorida, muy artística, por Sonámbulos Ediciones en 2022, es un libro de una sólida madurez, escrito con gran soltura. Gira en torno a los conceptos del agua, la disolución, el cuerpo y la permanencia, y nos lleva a contemplar con más detenimiento el paso del tiempo y las huellas que este deja en nosotros. Tal como nos cuenta la autora en una introducción que explica muy bien el origen de su trabajo, comenzado a perfilar hace diez años, “cuando escribí algunos de los textos poéticos que aquí se recogen solo pretendía reflexionar, desde la pura extrañeza, sobre la fragilidad de un yo (unos yos sucesivos) que debía cuestionar, sobre el rastro que podrían dejar mis pasos en un universo que empezaba a licuarse. Sentía por un lado esa disgregación de mi identidad femenina que traen los primeros años de lo que llaman madurez y, por otro, la necesidad de enfrentarme ya sin demora a toda una serie de cargas ideológicas recibidas en mi educación sentimental”. 

La impronta del elemento líquido está presente a lo largo de todas las páginas. “Camina sobre losas inundadas”, nos dice la poeta, invitándonos a realizar un recorrido intenso e íntimo a lo largo de todo un día, desde su inicio, con una madrugada que late dentro y fuera de los párpados, hasta su finalización, con ese mundo de los sueños que arrastran recuerdos al comenzar la noche. Transitaremos junto a una voz poética en segunda persona por los rituales de la cotidianidad que, gracias a la mirada analítica y profunda de la autora, cobran nuevas dimensiones. Hay una serenidad que sobrecoge porque sabemos que la tensión −y cierto estado de alerta− viven en este contar lento. La realidad anodina es trascendida, es puesta en duda, o es llevada hasta su vertiente simbólica. 

“Encerrado en cada gota, un fragmento de ciudad./ Una cartografía para arquitectos del agua: elementos/ de un puzle que no encajan, que ya es imposible reconstruir” nos dice Trinidad, estremeciéndonos con la lucidez con la que observa el entorno.

El deseo late, salpica caricias y se diluye. La pulsión erótica y el amor tiznados bellamente con la reflexión y la indagación en las sensaciones que despiertan. La voz poética comienza su andadura por los textos con su “geografía húmeda” y su “acantilado íntimo”. Como veis, la autora construye binomios de palabras muy significativas y lo hace con gran talento. 

Hallaremos el agua como símbolo del inconsciente, de las corrientes interiores, de lo que se arrastra sin quererlo, de las resoluciones que se abandonan o se escurren en el devenir de lo rutinario. Pero también encontraremos este elemento como imagen que refleja lo cercano, lo palpable y lo vital.  Lluvia, olas, gotas, aguanieve, vaho, surtidores, lágrimas, burbujas… dibujan la espiral del poemario; Trinidad desenvuelve un trayecto de gran unidad que, como lectores, agradecemos.  

“Cambio de piel” es un poema con una enorme fuerza, que nos invita a la acción −en especial a las mujeres “ocultas en la labor”−, a romperse, a palpitar, a abandonar los caminos marcados. Hay textos que nos sorprenderán con su intenso arranque: “En el centro de la habitación, una cama de hielo”, o con su demoledor final: “Y en cada uno de sus pasos fugitivos, en cada letra de su nombre habita ahora una roca, un grito, hay ahora un cuchillo”.

Tal como subraya Trinidad Gan en su introducción: “Estoy, extrañamente, cada vez más convencida de que, en este universo líquido y herido, la poesía sigue siendo una de mis tablas para los naufragios y, sobre todo, el cable que une mi fragmentario yo de mujer al ancla de esperanza que son siempre los otros”.

No dejéis de leer el magnífico poemario de esta autora granadina de gran trayectoria. En edición numerada, lo encontraremos disponible en la página de la editorial, dentro de la colección Nexos. El conjunto incluye también una lámina del ilustrador Ramón Ortiz. Y cabe citar, tal como comenta Trinidad en la nota introductoria, el diálogo estimulante con la pintora y videocreadora Carmen Oliver, artista que acompañó a la autora en uno de esos interesantísmos encuentros interdisciplinares que se celebraron en la Mediateca de la Fundación CajaGranada bajo el nombre de “Memoria Joven” (ciclo donde también tuve el honor de participar convocada por Ángeles Mora).

Envolveros en su lucidez sonámbula, en su lluvia de pensamientos caleidoscópicos, en las mudanzas del cuerpo expuesto al paso del tiempo. Refrescaros este verano con los puzles líquidos de una excelente poeta.

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