‘La clase de griego’, de Han Kang

La clase de griego

Han Kang

Traducción de Sunme Yoon

Random House

Barcelona, 2023

175 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Todo empieza con Borges, pero Borges sólo es el principio. Luego, desaparece. Lo que ha conseguido es abrir una puerta por la que podemos escapar de esta caverna de Platón, pero no eludir su efecto, sino para inventarnos un nuevo lugar en el que poder ver los efectos de las sombras. Ese lugar será nuestro y estará hecho con nuestra conciencia, atendiendo a nuestros deseos y gustos. Para ello, como sugiere el profesor de griego en algún momento al principio de esta novela, podemos recurrir a los clásicos, como a la tercera voz de esta lengua, que no se limita a tener una activa y una pasiva. Han Kang (Gwangju, Corea del Sur, 1970) es una autora que hace todo lo posible por inventar esa tercera versión de la experiencia literaria, pero que resulte sencilla de entender. Está en la lucha creativa por reeducar a la literatura, consciente de que hasta una lengua muerta sirve para comunicarse.

«Yo no soportaba leer literatura. No quería depositar mi confianza en ese mundo tambaleante en el que las sensaciones y las imágenes, los sentimientos y los pensamientos, iban siempre entrelazados de la mano». El comentario lo suelta uno de los protagonistas, al hombre, al que conocemos por su propia voz, mientras que el otro, a la mujer, se nos presentará a través de un narrador omnisciente. El hombre estará perdiendo la vista; la mujer habrá perdido la voz y el oído. Esta prevención que Kang pone en boca de uno de ellos, bien podría resumir su idea de literatura como una caverna de Platón, que nos despierta prevenciones, pero nos ofrece garantías de una buena representación. ¿En qué deberíamos confiar, si no confiamos en la literatura?

En Borges, en el budismo, en el cristianismo, en la antigua Grecia o en nada. Al fin y al cabo, los referentes occidentales y los orientales se confunden, y así no sabemos a qué carta quedarnos. Kang lucha por elaborar un libro mestizo, pero también un libro que nos muestre la tormenta de la discapacidad. Nuestros protagonistas acaban de vivir una separación tras una relación en la que hubo hasta violencia, en la que la comunicación terminó por resultar tan imposible que recurrieron a la agresividad. Porque el mundo en el que les está tocando vivir, con sus discapacidades comunicativas, es un mundo hostil, sobre todo para una sordomuda que decide terminar sus estudios de una lengua muerta. La novela, digresiva, fragmentada, nerviosa, nos habla sobre el dolor y el odio, y nos va desplegando una serie de recursos narrativos, desde la alternancia de voces a lo epistolar, pasando por pequeños flujos de conciencia, que nos transmiten el mensaje de que ni el dolor ni el odio sirven para nada. La clase de griego nos recuerda que la angustia de vivir no es existencial, que es física, incluso para gente cuya vida no es excepcional.

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